El 8 de enero pasado llegó a la cumbre de los 90 años don Eduardo Arango Restrepo, cuyo nombre debe grabarse con letras de molde en la historia industrial y financiera de Manizales, y de Caldas (el viejo Caldas), porque sus actuaciones en el desarrollo económico de la región marcaron un hito. Con sus compañeros del grupo “Los Azucenos”, un puñado de adolescentes soñadores, sin formación académica y sin plata, lograron cambiar la mentalidad pastoril de los capitalistas, y de la comunidad en general, sembrando la idea de la sociedad anónima, para desarrollar proyectos industriales que generaran empleo, sustituyeran importaciones y complementaran la productividad de la agricultura, invirtiendo parte de sus ingresos en negocios distintos, que le dieran solidez a la economía. Con esto buscaban, Eduardo Arango y sus compañeros, desterrar el pesimismo que se había apoderado de Manizales, después de los incendios de los años 20, de la crisis mundial del 29 y de los coletazos de las dos guerras mundiales. Los patricios de la época, dueños del capital, miraron con simpatía ese movimiento, audaz y renovador, y lo apoyaron. El testimonio de esos hechos quijotescos quedó consignado en el libro “Los Azucenos”*, que puede consultarse en bibliotecas públicas y privadas.
Como ser humano, Eduardo Arango Restrepo acumula facetas muy interesantes en su personalidad, que menciono a riesgo de que me gane un repelo suyo. Su inteligencia lo es no solamente para los negocios, en los que se ha desempeñado con éxito, al mismo tiempo que con paternalismo, en el sentido de apoyar iniciativas empresariales ajenas, sino que la ha aplicado a intensas y variadas lecturas, a aprender idiomas (habla inglés y francés y “chapucea” alemán, holandés y japonés), a conocer mundo con avidez, a apoyar diversos proyectos culturales, a participar en movimientos cívicos y políticos, a cultivar la filología, a investigar desarrollos empresariales y procesos legales, tributarios, comerciales e industriales; y a ejercer la bohemia refinada, en la que exhibe un sentido del humor maravilloso, heredado, sin duda, de su padre, el genial escritor Rafael Arango Villegas.
Las andanzas de don Eduardo por el mundo, en cumplimiento de diversas actividades laborales, entre ellas la representación de la Flota Mercante Grancolombiana, en Europa y el Japón, y como turista, son un catálogo de experiencias que él ha conservado en documentos diversos, que sus hijos quisieron recoger en un libro que el autor tituló “Con las velas desplegadas”**, al que se opuso pundonoroso el personaje, para finalmente acceder, diciendo en un exordio de su autoría: “(…) acepté la idea de mis hijos (…) con la condición de que no serían publicadas esas memorias mientras yo estuviera vivo. Pero como ahora tengo síntomas de no estarlo, finalmente me entregué (…)”.
*Jaramillo Mejía, José. Los Azucenos. Varias Ediciones: 2001 (Editorial Manigraf), 2008 (Espacio Gráfico), 2011, 2012 (Datos y Datos), Manizales.
**Jaramillo Mejía, José. Con las velas desplegadas. AD Impresos, Manizales 2013.
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