Muchas veces en la vida política y social se pueden obtener victorias, de esas que por la letra de un contrato, o por la fuerza o poder que se tiene en un momento determinado inclinan la balanza a favor de una de las partes, o por casualidades de la vida se obtiene una ventaja. Y no nos damos cuenta que a mediano o largo plazo, lo que parecía una victoria, realmente es un grave o gravísimo error. Igualmente, en democracia, se corre el riesgo de que las mayorías apabullen a las minorías, so pretexto de la "mitad más uno" se pasa por encima a la "mitad menos uno", y ello no solamente es una lamentable injusticia, sino una negación de la diversidad. En los últimos tiempos parecería que tenemos epidemias de ellos. Convirtiéndose en un expediente muy peligroso para la construcción de consensos sociales y para que todo el mundo se sienta incluido.
Uno son las vallas de Francisco Santos en todo el país, en donde pregunta quién ha matado más policías, si uno de los jefes de la Farc o Pablo Escobar… Seguramente es muy interesante la pregunta, pero se está llevando por encima un proceso de paz para el país. Podrá ser un golpe muy audaz publicitario, pero el costo del mismo puede ser muy grave para el país.
Otro, que está que se concreta, aunque mucho me gustaría que no se diera, es la sanción al alcalde de Bogotá como producto de la investigación por la manera como ha tomado algunas decisiones. Una destitución, por ejemplo, a la que se podría llegar siguiendo los draconianos expedientes del código disciplinario, sería un horror político de graves consecuencias. No quiero decir que los errores administrativos no se tengan que pagar disciplinariamente, pero espero que no se utilice la máxima sanción.
Ahora nos ha tocado observar la tragicomedia política venezolana, en la que se observa cómo los derechos de las minorías o mayoría desconocidas, están mostrando un resquebrajamiento del orden institucional. Jugar a desconocer a los otros es supremamente grave. Y ello fractura las democracias en su esencia.
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Pava volvió a poner el tema de la Industria Licorera de Caldas en su columna de LA PATRIA. Con unos puntos bien interesantes que deben ser considerados y evaluados. Su idea de pensar en un socio estratégico es valiosa y valdría la pena poner a funcionar una banca de inversión en su búsqueda. Pero en lo que no estoy de acuerdo es que no haga un análisis más fino sobre lo que le está pasando al mercadeo de los productos de la ILC. Hay que ver dónde se están manteniendo, dónde están creciendo y dónde disminuyendo, allí quedarán en evidencia los regulares, buenos y pésimos distribuidores. Las metas y el cumplimiento de las mismas debe ser un criterio para tomar decisiones sobre la permanencia o no de los distribuidores y no tenemos que esperar a un socio estratégico para tomar esta decisión.
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