La popularidad del Presidente Santo va en picada, y según dicen, debido al desastre de la reforma a la justicia, Éste ha decidido parar los proyectos de transformación del Estado que tenía planeados acometer y jugársela toda a una sola carta: la paz.
Vaya empresa la que tiene por delante nuestro Presidente, sin embargo, no se trata de nada distinto a su obligación legal. Así como apoyarlo en esta misión, también debería ser un compromiso de todos los colombianos.
Conseguir un acuerdo de paz es, indudablemente, una tarea compleja, la cual requiere de una gran capacidad política y de una asertividad casi sobrehumana. Sin embargo, el éxito de un proceso de paz no radica en la firma, la foto, ni los actos de entrega de armas. La paz se alcanza en el post conflicto, mediante la garantía de no repetición de los actos violentos.
El conflicto colombiano tiene su origen en el campo, se desarrolla, principalmente en el área rural y se financia del cultivo, transformación y tráfico de plantas y sustancias ilícitas. Garantizar a los campesinos colombianos que se encuentran desplazados, que siembran cultivos ilícitos, que viven en condiciones de pobreza, que hacen parte de los ejércitos legales o ilegales una vida digna en el campo es la clave para lograr, de manera sostenida, la no repetición del conflicto armado interno.
Al parecer el Gobierno tiene clara esta parte de la teoría, por tal motivo, el programa de restitución de tierras ha sido un elemento fundamental de la estrategia de paz. Lo que resulta doloroso es que todavía haya sectores de la sociedad que se opongan a esta iniciativa porque les afecta su fortuna personal. Para que el programa de restitución de tierras sea exitoso debe ir amarrado a una política de desarrollo agropecuario integral. Es aquí donde empiezan los vacíos.
¿Qué posibilidades tiene un campesino desplazado, recién reubicado en su nueva parcela de desarrollar esas tierras? Viene de vivir en la periferia de una ciudad capital , si ha tenido algo de suerte logró conseguir un trabajo formal ganándose el mínimo, de lo contrario, sobrevivió con algo de ayuda del Estado y con oficios informales o mendigando caridad. Así las cosas, llega a su nueva tierra con apenas lo necesario para pasar el mes. Le quedan por delante las tareas de cercado, limpieza de maleza, siembra de cultivos, compra de ganado.
Para acceder a un crédito agropecuario necesita demostrar que tiene la solvencia para pagarlo. Adicionalmente, los actuales préstamos especiales para el sector rural están diseñados para la modernización del campo, es decir, aplican para proyectos de compra de ganado puro, cultivos de largo plazo o inversión en tecnología. Actividades a todas luces inalcanzables para pequeños productores rurales.
Así las cosas, en el hipotético caso de que nuestro campesino logre conseguir el crédito y saque adelante su tierra con la producción de algún bien agropecuario, el costo de la gasolina, las debilidades en la conectividad del campo y la revaluación del peso hace que a los mercados locales consigan frutas más baratas traídas de Chile, Perú, Ecuador, leche más económica proveniente de Argentina, Uruguay, Holanda y carne a menor precio importada desde Estados Unidos, México, Brasil.
Si no protegemos la producción agrícola, como si lo hacen otros países, nuestros campesinos terminaran nuevamente desplazados o reclutados por cualquier grupo armado o sembrando cultivos ilícitos, recrudeciendo nuestra violencia que, históricamente, ha tenido forma rural.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015