Presentó su hoja de vida; esperó paciente la respuesta que quería fuese positiva porque llenaba casi todos los requisitos; lo que no sabía era lo que ya estaba sentenciado en la oficina de los calificadores: este joven viene de un medio oscuro, está rodeado de consumidores de droga, licor, prostitución y delincuencia y como la esponja absorbe lo que le rodea la conclusión es fácil y a la vista; no podemos correr el riesgo de aceptarlo.
Un día la respuesta llegó: negativa, seca, diplomática; una vez más el prejuicio, la calificación clasista, la miopía excluyente, cerró una posibilidad, un camino. Con demasiada frecuencia se olvida la enorme lucha que muchos llevan en su diario vivir y se les etiqueta por su origen, lugar de vivienda, apellido, historia, aspecto físico, impresiones de primera data.
La historia desgrana ejemplos de realidad vital; mientras algunos aún en lugares sagrados y cultos ensucian el transcurrir de los días con actos dolosos, sucios, innobles, delincuenciales cargados de su mucho saber y alcurnia, otros en lugares calificados de bajo perfil son ejemplo de responsabilidad, honestidad, recta conducta aunque no posean fuerte bagaje intelectual.
Por esto nunca olvido la lección de la flor de loto, de origen egipcio llamada también rosa del Nilo: extiende sus hojas verdes y abanicadas como barca vegetal sobre la superficie del agua y en todo el centro abre como un sol de radiante belleza la limpia y grande flor que adorna el lago, el río, el estanque, el lodazal.
La flor de loto tiene una particularidad: florece igualmente bella en el lago de límpidas y cristalinas aguas como en el lodazal de sucias y pútrida humedad; le basta un poco de agua para crecer y florecer luciendo siempre bella tanto en el amplio panorama de un hermoso lago, en el pequeño de un sencillo estanque como un humedal pantanoso y sucio de un agua residual, opaca y mal olor.
Entre los seres humanos conozco muchas flores de loto; aquel chico que crecido en un barrio de expendio y consumo de estupefacientes, en el grupo de amigos que a diario le empujaban al consumo, es capaz de proseguir ajeno al vicio, a la degradación de su personalidad.
Se suma aquella niña pobre y bella ventera de las empanadas que su madre hace para sostener el hogar sin padre que recorre sitios oscuros, peligrosos y que ante el irrespeto y solicitación de hombres de bajos instintos, se hizo mujer honrada, limpia de pensamiento y obra, alegre y sencilla; veo a aquel empleado que frente a la corrupción que le rodea conserva su honestidad, rectitud y responsabilidad.
Entiendo mejor por qué Jesús de Nazaret llamó con cariño a despreciados y odiados de su época: la samaritana, la adúltera, Zaqueo, Mateo; Él veía lo esencial de la persona humana llamada a ser hija de Dios. Cada uno debe ser como flor de loto: florecer en toda circunstancia.
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