Escribe el señor Fernando Ávila, delegado de la Fundéu, BBVA: "Según la nueva ‘Ortografía de la lengua española’, 2010, ex deja de ser adjetivo y pasa a ser prefijo" (El Tiempo, 4/7/2012). ¿Cuándo, señor, la partícula ‘ex’ no fue prefijo? La inmensa mayoría de las palabras que en castellano empiezan por esa sílaba tienen su acepción, precisamente, por ese prefijo; y se pueden buscar en las diez páginas que les dedica El Diccionario. La frase, entonces, debió ser ésta: "El adjetivo ex dejó de serlo para convertirse en prefijo": Antes se escribía ‘ex presidente’; hoy, ‘expresidente’; si se antepone a nombre de varias palabras, va separado, ‘ex primer ministro’; y si se antepone a cifra o a palabra que empiece con mayúscula, va con guión: ‘ex-10’, ex-Farc’. Son las actuales directrices de la Academia de la Lengua. El editorialista de El Tiempo, por acatamiento de estas novísimas normas, pero con desconocimiento de su aplicación, o por la intervención del famoso "diablillo", escribió de la siguiente manera: "…el antiguo ministro español y exalto funcionario de la Unión Europea, Javier Solana…" (2/7/2012). "ex alto funcionario de la Unión Europea", señor, como "ex primera dama de la Nación", frases que confirman mi tesis de que si ‘ex’ se puede separar no es prefijo sino adjetivo, con la acepción siguiente: "Que fue y ha dejado de serlo". Son muy distintos ‘exponedor’ y ‘ex ponedor’. Por su naturaleza, todos los ‘afijos’ (prefijos, infijos y sufijos) van pegados a la palabra cuyo significado modifican, sin ninguna excepción. El Diccionario, a través de los años, ha asentado en sus páginas la partícula ‘ex’ con diferentes nombres, así: Primero, la llamó ‘preposición inseparable’ (que no es otra cosa que un prefijo), que debe escribirse separada cuando modifica "lo que fue y ya no es", verbigracia, ‘ex canciller’. De esta manera, durante mucho tiempo. En su edición de 1992 la define así: "Preposición que, antepuesta a nombres de dignidades o cargos, denota que los tuvo y ya no los tiene la persona de quien se habla; v.gr. EX provincial, EX ministro. // También se antepone a otros nombres o adjetivos de persona para indicar que esta ha dejado de ser lo que aquellos significan: EX discípulo, EX monárquico". Nueve años más tarde (2001) define: "Ex. adjetivo. Que fue y ha dejado de serlo: EX ministro, EX marido. // Sustantivo común. Persona que ha dejado de ser cónyuge o pareja sentimental de otra". Y esto está bien, muy bien. ¿No? Parece que no, porque hoy, apenas una década después (¡diez años no más!), a los venerables miembros de la Academia de la Lengua les dio por decir que no, que ‘ex’ ya no es ni ‘preposición inseparable’, ni ‘preposición’ ni ‘adjetivo’, que es sólo un ‘prefijo’. ¿Separable? ¿Por qué repararlo si no está roto?
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Así como no se puede decir ‘la minoría del tiempo’, tampoco, ‘la mayoría del tiempo’, como lo escribió el señor Rudolf Homes en su columna de LA PATRIA. "Los colombianos de centro (…) y en forma muy colombiana acatan la mayoría de las leyes la mayoría del tiempo" (9/7/2012). De acuerdo con El Diccionario, ‘mayoría’ ("cualidad de mayor") se aplica a la ‘mayoría de edad’, al ‘mayor número de votos en una votación’, a la ‘mayor parte de personas que componen una nación, etc.’, y a la ‘mayor parte de un número de personas o de una serie de cosas que se expresa’. Como el ‘tiempo’ es un ente que depende de la sucesión de hechos y de su duración, se puede dividir en ‘partes’, la oración del columnista debió ser redactada de este modo: "…acatan la mayoría de las leyes la mayor parte del tiempo", que equivale a decir que "acatan la mayoría de las leyes". En todo caso, ‘mayoría’ en esas oraciones quiere decir ‘la mayor parte de un grupo de individuos u objetos’, por lo cual hay que decir "la mayoría de LOS colombianos".
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La Biblia, siempre tan sabia, y tantas veces poética, para explicar el origen de las distintas lenguas con las que nos comunicamos los seres humanos, utilizó el episodio de la torre de Babel, construida por los hombres con el fin de tocar el cielo. Para impedirlo, Dios los confundió, poniéndolos a expresarse de maneras diferentes, por lo cual desistieron de su empeño y se diseminaron por toda la faz de la Tierra (Gén. XI, 1-9). El doctor Humberto de la Calle Lombana empleó esa palabra en la siguiente oración: "Dejemos abiertas unas hipótesis nuevas menos pesimistas: que este pandemonio, que esta nueva Babel deshilachada pueda ser la gestación del nuevo hombre…" (Revista Cierto, edición virtual, 11/7/2012). Es decir, que "de este ‘desorden’, de esta ‘confusión’ y de este ‘caos’" salga el nuevo hombre, porque ‘babel’, sustantivo común, llegó a nuestro léxico desde hace muchos años con esos significados. Y debe, por supuesto, escribirse con minúscula. No obstante, en la muestra escogida está bien la mayúscula, puesto que en ella se refiere a una nueva ‘torre de Babel’, aunque deshilachada. ¿Deshilachada?
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