Todo parece indicar que se equivocó la Fiscalía, y en particular el Fiscal Luis Eduardo Montealegre, con la acusación en contra de Sigifredo López. Falta mucho por probar, pero si erró, lo hizo en grande.

La conclusión de todo esto es que debería haber un cuidado especial en no privar de la libertad sin una prueba absolutamente contundente a un individuo en general, y sobre todo a uno que vivió lo que sufrió Sigifredo López en sus años de secuestro. Esa prueba es la que falta en este caso.

La Fiscalía aseguró en un principio que podía haber una coincidencia en los rasgos de la curvatura nariz y del tono de la voz y esas eran las evidencias técnicas que generaban los indicios para acusar a López de presunta responsabilidad en los delitos de homicidio, perfidia, y toma de rehenes. Pues la nariz y la voz no eran suficientes para tomar una decisión tan difícil sin haber hecho las demostraciones correspondientes antes de dictar la medida de aseguramiento.

Ahora, después de realizadas las corroboraciones técnicas, aumentan las dudas de su culpabilidad pero se mantiene su privación de la libertad.

A pesar que la prueba de voz que le practicó el FBI y la Dijín al exdiputado estableció que la persona que habla en el video planeando el plagio de los asambleístas del Valle del Cauca no tenía concordancia con la voz del exsecuestrado; y que la prueba grafológica arrojó que Sigifredo no escribió el plano que utilizaron las Farc para planear el secuestro como lo aseguraba la Fiscalía, López sigue preso.

El organismo investigador se basa ahora en la credibilidad de tres ex miembros de las Farc que acusan a López como supuesto colaborador de la guerrilla. Esos testigos de la Fiscalía, para el ojo del tercero, se ven altamente sospechosos porque claramente tienen un interés directo en los resultados del proceso, pues esperan prebendas de carácter judicial.

La justicia no puede seguir basándose únicamente en los testimonios de ex criminales que dirían cualquier cosa para conseguir rebajas de penas y tratos favorables. Si son esas acusaciones, más las evidencias documentales o técnicas, la investigación y la historia serían diferentes.

En un principio, la Fiscalía se basó, orgullosa, en sus evidencias técnicas para esta investigación. Una vez desvirtuadas todas estas, ahora se sustentan en tres testimonios. Pareciera que el ente investigador estuviera buscando intensamente elementos que corroboren que todo esto no fue una equivocación. Preocupante.

Así, mientras que Colombia sigue atónita frente a este caso, teniendo en cuenta que Sigifredo estuvo siete años en poder de las Farc y que fue el único sobreviviente del asesinato de los diputados en la selva, la actuación de la Fiscalía podría convertirse en el primer gran revés de Eduardo Montealegre como jefe de la entidad.

Un pulso en donde si el Fiscal Montealegre recula, o no logra demostrar la culpabilidad de López, podría debilitarse a tal punto en su función investigativa que habrá unos que pidan su cabeza por una jugada tan desacertada e imprudente.

El país tiene la esperanza que Sigifredo López sea inocente. De encontrarse culpable sería enfrentarse a la realidad que un colombiano es capaz de semejante monstruosidad. La justicia lo dirá.

Esa misma justicia que es la frustración de cada día. Lo que sí queda claro es que López no debería haber sido capturado sino con la certeza incuestionable de su culpabilidad y esa está en manto de duda en la actualidad.

Esto obliga a la opinión pública a pensar cuáles son los criterios en virtud de los que se priva a un investigado de la libertad, ya que, sea cuál sea el resultado, sale mal la Fiscalía y demuestra que en Colombia se priva de libertad a los investigados con cierta ligereza.