Bajo la orientación del distinguido intelectual Gustavo Adolfo Ramírez Ariza, Director del Archivo de Bogotá, se ha presentado una bella revista "El oído en el Corazón" que rememora los cien años de nacimiento del escritor y eximio poeta Eduardo Carranza quien exploró los territorios más sonoros de la armonía poética en Colombia.
Debemos recordar que fue Eduardo Carranza uno de los fundadores e inspirador de los cuadernos de poesía de Piedra y Cielo con escritores que han iluminado el cielo de la poesía colombiana como Darío Samper, Tomás Vargas Osorio, Carlos Martín, Gerardo Valencia, Jorge Rojas y Arturo Camacho Ramírez.
Fue Carranza un eximio poeta, uno de los escritores de más encumbrada inspiración quien siempre estará presente como una de las expresiones más prodigiosas, más altas de nuestras letras colombianas y por eso recordamos hoy el homenaje que los intelectuales chilenos le hicieron al llegar a su patria siendo su vocero el más grande poeta de América, don Pablo Neruda, con su palabra resplandeciente de poesía y canto para decirle a Carranza: "Porque tú eres la frente poética de Colombia, de esa Colombia dividida en mil frentes, de esa patria sonora, poblada por los cantos secretos de la enramada virginal y por el alto y desinteresado himno de la poesía colombiana. En tu patria se acumuló en el subsuelo la misteriosa pasta de la esmeralda, y en el aire se construyó como una columna de cristal la poesía.
Déjame recordar hoy a esta fraternidad de poetas que allí pude amar y conocer. Te gustaría colombiano loco, que estén tus amigos en esta fiesta. Mirad aquí entre nosotros a este extravagante caballero escandinavo que entra por esa puerta: es León de Greiff, alta voz coral americana. Mirad más allá a ese gran gastador de café, de vida y biblioteca: es Arturo Camacho Ramírez, dionisíaco y revolucionario; aquí a Carlos Martín, que recién ha pescado tres versos aún empapados de floraciones extrañas en el recodo caimánico de su río natal; aquí viene Ciro Mendía, recién llegado de Medellín, con su lira silvestre bajo el brazo y noble porte de fogonero marino, y por fin aquí tienes a tu gran hermano, Jorge Rojas, de gran cuerpo y de gran corazón, recién salido de su poesía escarchada, de su epopéyica misión submarina en que sus victorias fueron condecoradas por la sal más difícil.
Y termina el homenaje a Eduardo Carranza don Pablo Neruda:
Para ti esta fiesta con flores de papel picado, cortadas por nosotros mismos, con guitarras y vinos de otoño, con los nombres de algunos de los que en tu tierra veneramos, y con un fuego de amistad entre tu patria y la nuestra, que tú has venido a encender, y que debe levantarse alto, entre la piedra y el cielo, para no apagarse nunca más.
Eran las palabras de cariño y admiración de Chile para Eduardo Carranza de quien aprendimos que lo único exigible a la poesía es que sea personal y auténtica, porque solamente el poema que expresa a un hombre interior, singular y personal, nos expresa a todos y expresa lo genéricamente humano.
Gustavo Adolfo Ramírez Ariza, un esforzado defensor y expositor de nuestra cultura, en su preciosa publicación que recuerda el nacimiento y la trayectoria deslumbrante en nuestra cultura y nuestras letras de Eduardo Carranza nos ha dicho: "Hoy cuando el romanticismo se basa en lugares comunes y poco imaginativos, solo podemos imaginarnos lo que significaron los primeros sonetos de Eduardo Carranza en los amores de los jóvenes colombianos de mediados del siglo XX... poemas en lo que la música se mezclaba con la brisa de los llanos y en los que las palmeras se extendían hasta los elevados cielos azules".
Y nosotros que lo leímos tanto, con tan especial devoción por esa iluminación, esa tea ardiente que es su poesía, también celebramos ese centenario y terminamos evocando el soneto a Teresa:
Teresa, en cuya frente el cielo empieza,
Como el aroma en la sien de la flor.
Teresa, la del suave desamor
Y el arroyuelo azul en la cabeza.
Teresa, en espiral de ligereza,
y uva, y rosa, y trigo surtidor;
tu cuerpo es todo el río del amor
que nunca acaba de pasar. Teresa.
Niña por quien el día se levanta
por quien la noche se levanta y canta,
en pie sobre los sueños, su canción.
Teresa, en fin, por quien ausente vivo,
por quien con mano enamorada escribo,
por quien de nuevo existe el corazón.
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