De todos los cambios relacionados con la edad y con el envejecimiento la pérdida de las facultades mentales, entre ellas el alzheimer, es quizás la que ocasiona mayores dificultades a los individuos, a sus familiares o a las instituciones encargadas de su cuidado.
En las últimas décadas se ha investigado sobre los efectos de la enfermedad y el estado nutricional del paciente. Veamos por qué: la enfermedad de alzheimer es un padecimiento degenerativo del sistema nervioso central, caracterizado por pérdida de la memoria y el deterioro de las funciones cognitivas. Los pacientes que la presentan tienen un alto riesgo de alterar su estado nutricional lo que lleva a aumentar su morbimortalidad .
En las primeras etapas de la enfermedad hay una tendencia a incrementar la ingesta llegando a la glotonería y a una clara disminución del apetito en las etapas posteriores.
Entre los factores dietarios asociados al desarrollo de la enfermedad esta el alto consumo de grasa, en especial la saturada elevando el colesterol total. Pero el consumo de fuentes de ácidos grasos poliinsaturados es inversamente proporcional al riesgo de desarrollar demencia de este tipo.
El otro metabolismo asociado es el de los carbohidratos. Se halló elevado el consumo de dulces como otros carbohidratos simples, que alteran la glicemia y los triglicéridos.
Otro aspecto preocupante es la pérdida de peso que en ellos es multifactorial. Desde la etapa temprana ya van comprometiendo su parte neurológica disminuyendo tanto el olfato como el gusto, reduciendo la salivación y así la ingesta de los alimentos.
Además con el deterioro funcional pueden olvidar, por ejemplo: hacer las compras o si las hacen, olvidan prepararlas o si las han preparado no recuerdan consumirlas. En otros casos incrementan los requerimientos energéticos por deambulación u otras causas como los movimientos involuntarios causados por la enfermedad o su tratamiento.
Cuando ha avanzado la enfermedad, la conducta alimentaria presenta trastornos y la pérdida de peso se puede dar pues no reconocen los alimentos, o son incapaces de ingerirlos por sí mismos cuando carecen de un cuidador. También pueden presentar anorexia por los medicamentos.
El perder peso, inquieta. Ya que es un indicador de desnutrición y factor de riesgo para otras enfermedades que complican la situación. De por sí la malnutrición dificulta las funciones cognitivas ya deterioradas por la enfermedad.
A continuación se exponen algunas soluciones prácticas para evitar la desnutrición de estos pacientes:
1. Aplique la higiene oral.
2. Fraccione la alimentación en 5 comidas pequeñas durante el día.
3. Cuando sirva la comida, evite distracciones, no le hable mientras come.
4. Sirva un alimento a la vez.
5. Proporcione alimentos que se puedan comer con las manos.
6. Si presenta dificultad para tragar los alimentos, modifique las texturas de los mismos.
7. Utilice vajillas irrompibles, así evitan que se hagan daño.
Las recomendaciones nutricionales se dan como para un adulto mayor cubriendo los requerimientos de vitaminas y minerales cuya deficiencia es frecuente por esta enfermedad.
Cuando la asesoría nutricional es apropiada ellos no desarrollan desnutrición. Se requiere asegurar la ingesta adecuada para mantener un buen estado nutricional y contribuir a mejorar su calidad de vida.
* Nutricionista Dietista Clínica Universidad Nacional de Colombia y Educadora acreditada en diabetes.
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