Después del mes sabático dedicado al fútbol regresamos a un mundo convulsionado y al país de siempre, atiborrado de noticias de todo tipo que hacen fácil el trabajo de los periodistas. Debe babearse un reportero finlandés al enterarse del trabajo de su colega latinoamericano, porque mientras él busca con desespero cualquier hecho digno de divulgar, por aquí se dan el lujo de escoger la noticia más amarilla y espeluznante para darle prioridad. Mientras tanto a los ciudadanos del común nos produce desazón ver cómo la mayoría de nuestros comunicadores desechan los sucesos importantes y dedican el espacio al sensacionalismo, la farándula y las noticias intrascendentes.
El maravilloso desempeño de James Rodríguez en el Mundial de Brasil lo catapultó a la fama, hecho digno de admirar y que los colombianos disfrutamos al máximo, pero es inaudito que los noticieros de televisión le dediquen casi todo el espacio a seguir la presentación del jugador en directo, mientras en el planeta varios conflictos se recrudecen y amenazan con enfrentar a las grandes potencias en una guerra mundial. A diario se producen tantas noticias en el orbe, y qué decir de nuestro país, donde no alcanzamos a digerir lo que sucede cuando aparecen otros hechos que opacan los anteriores. Pero eso no importa, porque en la pantalla repiten una y mil veces la joya de gol que anotó James, con el ingrediente que el locutor lo canta en cada repetición como si fuera en directo, con los berridos y zalamerías que acostumbran. Chauvinismo empalagoso, folclorismo desbordante, novelería sin límites.
Segunda píldora. Los colombianos somos amigos de criticar por criticar, sin tener conocimiento de lo que comentamos; casi siempre basados en habladurías, chismes o cuentos escuchados a un amigo. Un ejemplo es cuando el gobierno presenta cifras de indicadores económicos y quienes están con la oposición, pretenden desestimar la noticia con el argumento que son guarismos acomodados y mentirosos, como si entendieran a la perfección esa complicada ciencia de la economía; poquitos pueden hablar con propiedad de ese tema. Yo me intereso por conocerlo, leo al respecto y pido explicaciones al conocedor, pero siempre quedo viendo un chispero porque es una materia que se presta para distintas interpretaciones, de manera que nadie es dueño de la verdad absoluta.
Entonces me baso en lo más sencillo, que es ver la cantidad de plata que circula en la calle. A diario oímos a alguien quejarse porque no puede encontrar un cupo para viajar al exterior debido a que todos los vuelos están llenos; en los centros comerciales no hay por dónde caminar, y que no digan que es gente mirando vitrinas, porque todos arrastran un televisor o van cargados de paquetes; los concesionarios de vehículos baten récord de ventas cada mes, las cuales justifican algunos por las llamativas promociones, pero así y todo hay que pagar el carro completico; y qué decir de la construcción, que no para su ritmo ascendente mientras todos nos preguntamos de dónde sale gente para ocupar tantas viviendas. Esos son apenas unos pocos ejemplos porque por donde uno pase hay filas de gente gastando plata, de manera que no necesito más pruebas para saber que nuestra economía pasa por un buen momento.
Va la tercera. El único pero que tiene Manizales, para mi gusto, es el clima frío que predomina. Desde hace más de año y medio cambió esa constante y vivimos un verano delicioso, y aunque hemos enfrentado algunos inviernos pasajeros, el clima cálido impera y no volvimos a saber de deslizamientos, carreteras cerradas, viviendas desalojadas y demás tragedias causadas por las lluvias. En las últimas semanas hemos soportado en el país una ola de calor poco común, lo cual es una bendición para quienes habitamos en tierra fría; archivados están bufandas, paraguas, suéteres, gabardinas y prendas afines.
Aunque sospecho que tanta belleza nos va a saber a cacho, porque si todavía no ha comenzado el Fenómeno del Niño y en varias regiones del país se muere el ganado por falta de agua y de pasto, ni hablar de lo que nos sube pierna arriba; además empiezan a hablar de aumentos en los precios de los alimentos, desabastecimiento de agua en muchos municipios y descenso alarmante en los embalses que abastecen las hidroeléctricas. Y de ser ciertas las predicciones que aseguran que la sequía durará hasta mediados de abril del 2015, para la época de fin de año no vamos a tener con qué pasar una aspirina. Seguro el gobierno se cuidó de nombrar la palabra racionamiento durante la campaña reeleccionista para no perder adeptos, pero ya empieza a sonar por ahí como quien no quiere la cosa. Qué tal otra vez la pesadilla de los racionamientos.
Última gragea. Don Carlos Slim propuso que los colombianos todos trabajen con horario de congresista, tres días a la semana; y que nadie diga que desvaría, porque el hombre más rico del mundo no dice pendejadas. Claro que son once horas diarias de camello continuo, a diferencia de algunos que conversan con el vecino de curul, chatean, hablan por celular y se echan motosos. Otros plantean implantar la norma de conceder una hora diaria para la siesta; eso sí está más trabajoso, porque imagino lo que será la pestañeada de un empleado de un call-center mientras hace equilibrio en su silla. ¡Qué pecaíto!
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