A pocos días de la segunda vuelta en la que vamos a jugarnos gran parte de nuestro futuro porque, como nunca había pasado, están de por medio las bases de nuestra democracia que, a pesar de muchos y graves tropiezos, hemos logrado conservar con cierto grado de dignidad. El ganador saldrá de un duelo cabeza a cabeza, que si no hubiera sido por las circunstancias que rodearon esta contienda, hubieran sido ejemplo para todo el mundo.
Lamentablemente hemos tenido que sufrir los resultados de un gobierno que desde sus comienzos, por un afán reeleccionista, ha convertido en campo de batalla lo que en Colombia por tradición ha sido una demostración de civilidad, donde las ideas y las propuestas eran la meta que nos aseguraba la continuación de gobiernos en paz, dentro de los límites de una sólida democracia.
Esta vez las aguas se salieron de su curso, y tenemos que reconocer que hay hechos que nos van a obligar a cambiar varios artículos de nuestra Constitución. Lo primero es la eliminación de la reelección, en cualquiera de sus formas. Ha quedado demostrado que cuando los miembros de la camarilla gobernante se convierten en apasionados por conservar las gabelas, y con ellas las mermeladas y las lentejas, la gente llega a tal grado de polarización que hasta en las reuniones de amigos de años se ven enfrentamientos que ponen en peligro las buenas relaciones de amistad, que son en final de cuentas las bases que dan apoyo a una sociedad. Y esta desunión entre amigos ha sido una de las graves consecuencias de toda esta guerra sucia que hemos vivido.
Debemos preguntarnos qué nos llevó a esta situación tan peligrosa en que nos encontramos, cuando vemos con horror cómo se están empleando todas las armas del gobierno para atacar al contrincante de oposición, que aunque también ha cometido graves errores, al menos puede demostrar que no ha tenido la posibilidad de utilizar, como descaradamente lo están haciendo los que están en el poder, los dineros públicos para comprar lo que se les ponga por delante, con tal de no perder el sabor a mermelada.
Cómo se parece esto a las elecciones de Samper y su proceso 8.000. Se ha visto cómo el reparto de prebendas provocó un envilecimiento de la clase política. Allí también se confirma la pérdida de altura moral de tantos dirigentes que estiran la mano para recoger las migajas.
Pero lo peor se refleja en la frase dura, violenta, pero certera, del gran maestro del periodismo Juan Gossaín. Es conocido el episodio de Rodrigo Pardo, director de Noticias RCN, cuando en una forma ramplona de politiquería se guardó una información, que nunca fue secreta y se la había hecho conocer dos meses antes Luis Alfonso Hoyos, para lanzarla como dardo envenenado, una semana antes de la primera vuelta, tratando en forma artera de causar un grave mal a la campaña de Zuluaga.
¡Ustedes están convirtiendo al periodismo en una cosa "asquerosa"! Les dijo en la cara Gossaín.
Ese es el mejor resumen de lo que están haciendo los grandes capos de este, en otros tiempos glorioso y sacrificado oficio, olvidándose de que el periodismo debe ser ante todo verdad e imparcialidad, por respeto a sus lectores.
Hay que ver cómo, por fortuna, los periodistas del común presentan sus informaciones: con mesura, educación y, sobre todo, ceñidos a la verdad. Pero los intocables mandamases, la misma manada de poderosos, los que manejan o tratan de manejar sin vergüenza y siempre de manera sesgada a la opinión pública, siguen preocupándose más por lo que les entra al bolsillo que por ayudar patrióticamente a salvar a una Colombia que tanto lo necesita.
Estos sí que son los grandes perdedores, y si no que hagan una encuesta, de las que están de moda en estos días, y sentirán el rechazo de toda una sociedad.
P.D.: Jamás deben los gobernantes empeñar su palabra. Si no la cumplen es terrible. Pero si la cumplen es aún más terrible.
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