Quisiera saber cuál es la imagen que tienes de Dios. Recuerdo un momento en el que predicaba sobre Dios Padre a un grupo de niños en una preparación a su Primera Eucaristía. Al decir con mucha emoción, como aquel que descubre un velo frente a un auditorio haciendo ver la gran obra de arte y esperando el asombro de todos, que ¡Dios es Papá! Un niño, no con rostro de admiración ante una maravillosa noticia, sino, todo lo contrario, con tono desconsolado y máxima preocupación gritó: ¡Noooo! ¿Otro? Yo me quedé atónito ante la reacción de este chiquillo y curioso procuré investigar el origen de tal actitud. No me equivoqué en lo que intuí. La relación con su papá había sido tormentosa desde que nació. El dominio del alcohol en su vida le había conducido a tratar mal a su esposa y violentar muchas noches la vida de toda la familia. El niño golpeado fuertemente por su padre en medio de la borrachera, lloraba en la noche y detestaba aquellos momentos. Ahora sí entendí tratando de meterme en los zapatos del pequeño ¿y si Dios fuese otro papá como el suyo? ¡Nooo! ¡Obviamente no lo quería ni conocer!
Evoco aquí también la reacción de una madre queriendo tener un hijo y deseándolo después de haber caído en algún aborto provocado. Al ver que después de mucho tiempo no llega el bebé, en medio de lágrimas se pregunta: ¿Dios me habrá castigado por lo que hice? ¿O también cuando el negocio no produce y le atribuyes a Dios la culpa de ello, ya que no cumpliste una promesa realizada hace algún tiempo? En todos los casos la imagen de Dios es como la de un Juez castigador que está pendiente de ver cuándo caes, para desquitarse, y vengar el pecado que has cometido. Una señora me decía: ¡Padre, tengo a mi hijo enfermo, mi marido perdió el trabajo, la niña no pasó a la universidad, el hijo mayor no tiene empleo. Padre, por favor, dígale a Dios ¡que cambie de dirección!, que se pase para la casa de enseguida, dígale que me suelte a mí, ¿por qué todo en esta casa?
¿Crees que realmente Dios es así? Hoy la Palabra nos muestra otra realidad impresionante. Dios no es castigador, no es un juez que espera que caigas para actuar su venganza. Dios es absolutamente misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad, juzga con moderación, nos gobierna con gran indulgencia. Somos sus hijos y frente al pecado, Él da lugar al arrepentimiento para que no perezcamos, porque no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva, a fin de que su existencia transcurra verdaderamente feliz.
La cizaña y el trigo son muy semejantes en su forma externa. La cizaña sería como la vaina del trigo pero sin fruto. Por tanto, al momento de la cosecha el peligro surge ya que por arrancar la mala hierba podría arrancarse también el trigo. Así, en la parábola el amo da una orden: «Dejadlos crecer juntos hasta la siega». Lo que llama la atención es que el amo “espera”. No corta de una vez, porque tiene la esperanza que al momento de la siega lo que era cizaña se convierta en trigo.
Esta es la actitud de Dios Padre. No te juzga ni te condena. Te levanta, te perdona porque no quiere que sufras. Te abraza en los momentos más difíciles de tu vida, frente a la enfermedad, cuando llega la vejez y la muerte. Él te hace salir todos los días el sol y desea que te conviertas para que no te pierdas la vida buscando la felicidad fuera de ti, en las cosas y en las criaturas. No te castiga, te ama. Y espera que por este Amor, te dejes convertir.
* Miembro del Equipo de Formadores en el
Seminario Mayor de Manizales
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