Una confesión. Quien esto escribe y ha escrito por décadas, confiesa que no ha visitado a Manizales durante los últimos cuarenta y cinco años. Insólito en alguien tan interesado en el quehacer de su existencia. Un descargo, el de conservar una parcela en su cercanía, esta sí visitada, por amigos con los cuales se discuten la vicisitudes de la noble ciudad. Esto, sumado el haber crecido bajo sus lares, sumaría créditos para opinar y luchar por sus fueros, aunque solo sea escribiendo.
Una emergencia familiar se fraguó para permanecer en la ciudad varios días y reconocer calles y esquinas, varias muy cambiadas.
El primer vistazo, impresiona su amplio entorno de laderas y montañas, teñidas de un sin número de colores verdes diferentes, casi imposible de ver en otras partes del mundo. Un imponente y casi infinito paisaje, cuya hermosura seguramente fue el anclaje de los colonizadores, para fundar una ciudad imposible.
Pero lo triste es ver que la construcción de la ciudad no preservó lo que sus alrededores demandan.
El daño más a la vista, fue a la Avenida Santander. Este era un paseo sin competencia universal, que se extendía desde la Plaza de los Fundadores hasta lo que era la estación principal del cable a Mariquita. A lo largo de su recorrido, y a cada uno de sus lados, se veía casi media y media Colombia. Al anochecer, nada más fastuoso. Paulatinamente se encendían en la lejanía una a una las luces de las casas campesinas, que vistas desde los grandes miradores de la Avenida Cervantes, parecían pesebres expuestos al viento. Más bello que este espectáculo, no sería, ni entonces ni ahora, Les Champs Élysée.
Hoy cuando se recuerda lo que fue un paseo majestuoso de oriundos y visitantes, convertido en un túnel cercado con estrafalarias construcciones, se sienten deseos de llorar.
Los alcaldes de la época y los subsiguientes, que dieron licencia para este crimen estético, crimen de lesa humanidad, se les debería juzgar.
Pero la ciudad trata de sobreponerse. Lo más grande que hoy tiene en sus manos son las universidades ya de reconocido prestigio nacional. Manizales tiene en sus universidades un tesoro de valor incalculable, con grandes augurios. En el escenario nacional se le reconoce los alcances tecnológicos a los cuales ha llegado. También se está distinguiendo todos los esfuerzos en lo que tiene que ver con el emprendimiento y la información, expresado por sus rectores y alumnos, fundando empresas así sean pequeñas pero que predican la independencia.
La ciudad ha logrado muchos títulos a lo largo de su historia, pero ninguno del valor con el cual ahora lo reconoce el país entero. El título más honroso es el de ser reconocida como la Ciudad Universitaria. Sus integrantes, fieles intérpretes de la ciencia y el pensamiento, son los verdaderos representantes de la ciudad. Como tales deben considerarse.
Su condición de ciudad única está obligada a novedades. La crisis de la movilidad es mundial. El cable aéreo es la solución. Manizales fue la precursora y ahora ha estado reviviendo el pasado aéreo que ha continuado con timidez. Hace unos años esta columna, propuso el cable aéreo para pasajeros a lo largo de las carreras 22 y 23 próximas a morir como vehiculares.
Existen en el mercado cables aéreos con vagonetas bellas y seguras, que además adornarían estas vías y ratificarían a Manizales como ciudad singular.
Los célebres alcaldes han luchado infructuosamente por aplanar el piso de la ciudad para expandir el área urbana de viviendas populares. Un gran error. Se requiere un urbanista especial, ojalá italiano para hacer respetar las curvas de nivel.
Manizales es una ciudad integral que tiene a la mano la satisfacción de todas las exigencias de sus habitantes, incluyendo una actividad cultural de gran nivel.
Es calmada y a sus habitantes no les preocupa retrasarse en el crecimiento de su población. Están satisfechos con sus 380.000 congéneres. Dicen que las dificultades geográficas para su acceso, les seleccionan sus visitantes. Son orgullosos de su raza y la quieren preservar. Su inflación está por debajo del promedio. Del PIB no hablemos.
Sin embargo, el terminar el aeropuerto es perentorio, para lo cual urge un líder que se apeche esta tarea, organizando una APP.
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