Analistas de la actualidad nacional andan diciendo que con el acuerdo sobre justicia transicional firmado en La Habana entre el presidente Santos y Timochenko, el comandante de las Farc, el país se prepara para vivir en tranquilidad. Cómo quisiéramos que así fuera. Pero el temor de los colombianos es otro. Así se logre el 23 de marzo de 2016 la firma del acuerdo para la desmovilización de la guerrilla más vieja de América Latina, la paz en Colombia será relativa. No podemos hacernos ilusiones en este sentido. Muchos actores armados continuarán sembrando el terror en el país después de que el grupo guerrillero haga dejación de las armas. Con el fin del enfrentamiento armado entre el gobierno y el grupo insurgente no vamos a vivir en esa paz con que soñamos.
Existen razones para afirmar lo anterior. Con la desmovilización de los ocho mil hombres alzados en armas que tienen las Farc no se van a acabar los problemas de seguridad. La delincuencia común aprovechará los espacios dejados por el movimiento guerrillero para tratar de consolidarse como instrumento desestabilizador. Además, no todos los combatientes de esa agrupación se van a acoger a los beneficios de un proceso de paz. El ejemplo claro está en lo que sucedió con los paramilitares. Los colombianos teníamos la esperanza de que con su desmovilización desaparecería un factor de violencia. Pero no fue así. Las bandas criminales se fortalecieron porque hombres que se habían acogido al proceso terminaron haciendo parte de estas estructuras armadas.
Si bien es cierto que con la negociación con el grupo guerrillero van a cesar las tomas guerrilleras, los ataques a la infraestructura petrolera, el reclutamiento de menores, las masacres indiscriminadas, el desplazamiento forzado, el cobro de extorsiones y la quema de vehículos, es más cierto todavía que la violencia generada por el narcotráfico seguirá produciendo asesinatos que causarán terror. Con haber matado a Pablo Escobar no se acabó con este flagelo. Al contrario, surgieron nuevos capos que fueron tomando control de los espacios dejados por el Cartel de Medellín. En este sentido, sería ingenuo pensar que todos los guerrilleros de las Farc se van a convertir en mansas palomas. Muchos de ellos terminarán haciendo parte de grupos de delincuencia organizada.
Para poder vivir en un país en completa paz es necesario que desaparezcan las causas generadoras de la violencia. La pobreza, el desempleo, la falta de oportunidades son caldo de cultivo para el incremento de la delincuencia. Los atracos a mano armada, el raponazo, el robo a viviendas, el fleteo, la extorsión y los asaltos a los bancos son perpetrados, en la gran mayoría de los casos, por gente que no tiene empleo. En Colombia se perdió el respeto a la vida. Y mientras a los ciudadanos los sigan matando por robarles un celular, un par de tenis o una moto no habrá tranquilidad para andar por las calles. El temor a ser atracado en cualquier esquina solitaria convierte la vida en un miedo constante. Nos da pánico ver cuando un extraño nos mira como viendo qué llevamos de valor.
El deseo de obtener dinero fácil está llevando a los jóvenes de las comunas populares en las grandes ciudades a dedicarse al crimen antes que a trabajar honradamente. El sicariato es producto de ese sueño que tienen los muchachos nacidos en familias en pobreza extrema de obtener algunas cosas sin esfuerzo alguno, pisoteando la dignidad del ser humano. Los guerrilleros rasos, esos que van a ser beneficiarios de un indulto por parte de la justicia especial que los va a juzgar, no se van a resignar a vivir de un empleo donde se van a ganar un salario mínimo. Después de unos meses escogerán la vía fácil para conseguir dinero. Fue lo que ocurrió con cientos de desmovilizados del paramilitarismo. Así las cosas, la delincuencia común se va a incrementar en el país.
No puede pensarse en que los combatientes de las Farc se van a convertir de la noche a la mañana en emprendedores capaces de crear empresas que incrementen la producción. A lo que ellos están acostumbrados es a delinquir. Escasamente los líderes de la agrupación subversiva le apostaran a un proyecto político. La guerrillerada terminará desencantada de un proceso de paz donde no les garantizarán una remuneración que les permita vivir tranquilos durante mucho tiempo. Y cuando vean que les produce más delinquir, seguramente lo harán. Entonces esa paz estable que todos anhelamos no será tan completa. Se incrementarán los asaltos a supermercados, el atraco callejero, el robo de vehículos, el cosquilleo y la extorsión. Y, desde luego, el sicariato.
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