En una de las múltiples entrevistas colectivas que les hicieron a los candidatos a la alcaldía de Manizales, oí responder a Adriana Gutiérrez cuando le preguntaron sobre la imposibilidad de recurrir al Gobierno Santos para conseguir recursos, que ella tenía la esperanza de que, en dos años, Óscar Iván Zuluaga sería presidente y las cosas cambiarían para la ciudad. ¡Dos años! ¿Y qué va a pasar mientras tanto? ¿Sufriremos una parálisis en el tiempo y el espacio? ¿Sobreviviremos aislados y borrados del mapa económico nacional? (Aunque si Óscar Iván Zuluaga llega a la presidencia estoy seguro de que, sea quien sea el alcalde, su ayuda será efectiva; pero no habremos perdido esos dos valiosos años).
Todos estos interrogantes, aunados a la certeza de que, de llegar Adriana Gutiérrez a la alcaldía entrarán los líderes gremiales a reclamar su botín como lo han hecho durante más de treinta años, me llevan a tomar la decisión de declarar públicamente mi voto por Octavio Cardona y motivarlo con los siguientes argumentos:
El solo hecho de que, ¡por fin!, se le arrebate el poder a la Corporación Cívica de Caldas, al Comité Intergremial y demás entidades que se creen con el derecho de cogobernar, y utilizan métodos cuasi extorsivos para lograrlo, es carta de garantía para adquirir una visión diferente de ciudad y de región. Es un primer paso para la liberación que venimos reclamando durante años desde esta tribuna; es un primer sacudón que nos deberá conducir a alejar definitivamente las macabras influencias privadas en los temas públicos, que lo único que han logrado es enriquecer a unos pocos sin responder ante nadie, gracias a la indolencia, indiferencia y resignación que nos acompaña.
Pero, además, es un claro mensaje al elector abstencionista de que las cosas pueden cambiar en las urnas; de que no tenemos que vivir arrodillados ante quienes se han arrogado el poder y se aferran a él como si nadie más tuviera derechos; de que sí vale la pena esforzarse, capacitarse, superarse, estudiar y prepararse para competir en el escenario público, y de que no solo unas élites tienen la opción de gobernar. Porque, ¿quién mejor para gobernar con el pueblo que aquél que ha padecido sus mismas necesidades y carencias?
Octavio Cardona es una persona con ambiciones políticas futuras, y esta es otra garantía para Manizales. Porque esas ambiciones lo obligarán a hacer las cosas bien para ganarse el favor del elector en unos próximos comicios; lo obligarán a demostrar que es capaz de gobernar con sindéresis, honestidad y decoro, so pena de tener que responderle política y judicialmente a la región y de acabar definitivamente su vida pública; lo obligarán a cumplir sus promesas de campaña, pues va a tener muchos más ojos enemigos que no perdonarán un solo error; lo obligarán a rodearse de personas idóneas que le garanticen una administración exitosa.
Además, la elección de Octavio Cardona significa un nuevo aire para nuestra democracia. Una democracia debilitada por la atrofia causada por unas pocas personas que, desde los gremios y otras entidades paquidérmicas, han montado una hegemonía perniciosa que desmotiva al elector y de lo cual se lucran porque logran apoderarse de las más importantes posiciones a través de la amenaza velada, del condicionamiento tácito y del abusivo ejercicio del poder mediático. De ahí nuestras frustraciones con Aerocafé, el atraso vial, la dilación en un sistema de transporte adecuado, la pérdida de liderazgo regional, etc. No podemos entonces seguir depositando nuestro futuro en las manos de quienes han demostrado de sobra que no son capaces de administrar y, por el contrario, han sido los causantes del ostracismo que a diario nos acecha.
De Luis Roberto Rivas solo tengo excelentes recuerdos como administrador, como persona y como amigo; pero creo que no le alcanzó el tiempo para conquistar nuevamente el poder. Y de Adriana Gutiérrez, espero conservar el respeto mutuo; pero debe entender que esta no es una posición visceral y que Manizales requiere, hoy más que nunca, de una verdadera revolución en sus costumbres administrativas, y de oportunidades ante el Gobierno Nacional, cosa que estaría totalmente vedada en su eventual gobierno.
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