A propósito de la firma del tercer acuerdo que se pactó el viernes pasado entre las Farc y el gobierno colombiano sobre drogas y narcotráfico y por un conversatorio que se realizó recientemente en la Cámara de Comercio de Manizales con el Dr. Gustavo Bell, embajador de Colombia en Cuba, en relación con las conversaciones que se llevan a cabo desde hace 18 meses para dar fin al conflicto armado, me he estado preguntando qué tanto sabemos usted y yo y los 47,7 millones de colombianos sobre este proceso. Probablemente algunos hemos hecho comentarios, a favor o en contra, lo que no estoy segura es si estamos en condiciones de dar una opinión calificada, y más allá de esto si estamos aportando a generar un contexto favorable o más bien estamos haciendo un ruido innecesario que en nada contribuye para que algún día tengamos un país en paz.
De la conversación con el Dr. Gustavo Bell me queda claro que: i) No estamos ante un proceso de paz, porque ésta será la consecuencia de la capacidad que tengamos de poner fin al conflicto armado y de refrendarlo popularmente para poder implementar los acuerdos que allí se logren; ii) Este proceso tiene antecedentes en decisiones y actos de gobiernos anteriores; el Dr. Bell menciona como punto de partida la creación de la primera brigada móvil del Ejército en el gobierno de Samper y las conversaciones del Caguán en el de Pastrana, pero probablemente deberíamos remontarnos a los gobiernos de Betancur, Barco y Gaviria, donde también se hicieron esfuerzos por avanzar hacia un acuerdo con la guerrilla; y hasta el de Uribe donde, si bien no se produjeron diálogos ni propuestas por la paz, si se hicieron acuerdos específicos para facilitar la liberación humanitaria de civiles y fuerza pública secuestrados por las Farc; iii) Al proceso le ha faltado pedagogía porque la sociedad civil y las comunidades tienen que ser parte activa del proceso; tema en el cual coincide la profesora Arlene Tickner, del departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes quien critica al gobierno por no haber hecho ‘suficiente pedagogía’ sobre el proceso. Tal vez por desconocimiento pensemos que este no es un tema de nosotros sino algo del gobierno de turno y tal vez, ojalá que no, estemos tan acostumbrados a la guerra que nos parece que podríamos seguir como estamos y que no habría que invertir tanto esfuerzo para terminarla, también podría ser que estemos en el lugar de los que piensan que la guerra solo se combate con más guerra. "La paz no se logra aniquilando al enemigo" nos dijo Gustavo Bell, "Si quieres hacer la paz con tu enemigo tienes que trabajar con él, entonces se convierte en tu compañero" decía Nelson Mandela.
La paz no es un documento de papel que se va a firmar en La Habana, la paz debe reflejarse en justicia social, en equidad, en inclusión, en oportunidades y calidad de vida para todos, lo que pase después de la firma del documento es el proceso real de paz en el que el gobierno, sea cual sea, necesita la participación activa de empresarios, académicos, estudiantes y de toda la comunidad. Como ciudadanos ‘de a pie’ necesitamos dejar de pensar que el tema de la paz no tiene que ver con nosotros, si es así, estamos muy equivocados pues en primer lugar todos hacemos parte de esta guerra, por acción o por omisión, porque cuando decimos que no nos interesa estamos tomando un partido y no el mejor, el de la indiferencia, que es parte de la enfermedad en la que vivimos hoy y por la que permitimos que pasen cosas realmente intolerables.
Si la sociedad civil no legitima los diálogos ¿para qué nos serviría un acuerdo de paz firmado en un papel cuyos efectos no se verían reflejados en nuestra vida cotidiana? Si nuestros dirigentes no entienden que la paz empieza por ellos y convertimos el tema en un propósito nacional y no de un presidente, de un partido o de un sector de la sociedad ¿cómo vamos a cambiar el rumbo de la historia? Como ciudadanos necesitamos estar informados, preguntar, participar y reflexionar sobre lo que está sucediendo para poder tener una opinión con argumentos; conocer sobre otros procesos de paz que se han realizado y ver las lecciones aprendidas para no juzgar tan a la ligera si lo que se está haciendo es bueno o malo; deberíamos saber que lograr la paz tiene costos, pero que los costos de la guerra son incalculables y que un paso necesario es estar dispuestos a perdonar. Deberíamos empezar a preguntarnos cómo participar, localmente y en forma simbólica, en la construcción de una sociedad menos violenta, donde la paz se convierta en un propósito de todos, todo lo contrario a lo que está sucediendo hoy con el proceso electoral entre los partidos y candidatos a la Presidencia. Parecería que no hemos aprendido nada de un conflicto político que se remonta al siglo XIX cuando comienzan las rivalidades entre los partidos tradicionales o desde que las Farc, lideradas por ‘Tiro fijo’ y Jacobo Arenas hicieron su aparición en 1964. Así como la paz no es un documento de papel sino un proceso de diálogo, perdón y compromisos que se reflejen en la vida diaria de cada colombiano, la pedagogía no es una cátedra magistral sino un proceso de aprendizaje colectivo que requiere transparencia y honestidad por parte de quienes ejercen el liderazgo. Como decía Confucio, el filósofo chino, "Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz".
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