En esta Navidad me acuerdo del gran Tony Blair, aquel abogado laborista graduado con honores en Oxford y nacido en Escocia; después de brillantes días y años se casó en 1980 con Cherie Booth formando un estable hogar en el cual nacieron cuatro hijos.
Se inició en el campo de la política porque deseaba servir a su pueblo en la línea de llegar a una mayor justicia y contacto con el mundo; fue ministro del Reino Unido, consultor y consejero de la Reina Isabel II entre los años 1997 y 2007; su período de pública política ha sido calificado como de gran progreso y pulcritud con amplia resonancia internacional.
El 21 de diciembre de 2007 sorprendió al mundo con un paso decisivo que fue comentado de diferentes maneras por la opinión mundial: ese día recibió el bautismo en la Iglesia católica, se declaró convencido del seguimiento de Jesús de Nazareth; “la verdad es que no todo es relativo... hay absolutos”, dijo.
Blair recordó lo que ya había anotado el gran Kierkegaard: “que el cristianismo te haya sido anunciado significa que tú debes tomar una postura ante Cristo. El hecho de que Él exista o que haya existido, es la decisión clave de toda existencia”. El hombre no puede desinteresarse ante el hecho de haberle llegado la noticia de que un hombre haya declarado “Yo soy Dios”; tendrá que intentar alcanzar el convencimiento de que la noticia es verdadera o falsa.
En esta Navidad deseo renovar el sí del bautismo, del seguimiento de la verdad inmensa de que en Jesús de Nazareth la Alianza eterna está presente y no solo se quedó en el ciclo del siglo primero sino que continúa a través de una historia tan humana y tan divina que da sentido a la vida no solo individual sino colectiva.
Los orígenes de la pretensión cristiana que se anuncian en Adviento y Navidad no son cuestión de inventos amañados o creaciones de la mente humana sino que es un dato real cuya aceptación trae a la vida una luz que deslumbra por su belleza y profundidad.
Navidad es celebración, aceptación y alegría personal y colectiva ante el hecho llamado Jesús de Nazareth, su enseñanza, sus gestos y memorias que impulsan la existencia por caminos de certeza, de ascenso y de gozo. Para todos en esta Navidad “noche de paz, noche de amor”.
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