Mucho se recuerda el hundimiento del hermoso barco el Titanic hundido en la noche del 14 al 15 de abril de 1912 tras el choque con una montaña flotante de hielo en el inmenso mar; en esa tragedia se calculan 1.500 muertos; fue localizado a 4.000 metros de profundidad en el año 1985; dos versiones de bellas películas cuentan lo sucedido aquella noche.
Pero poco se dice en cambio de otra tragedia ocurrida el 7 de mayo de 1915; el inmenso y lujoso barco británico Lusitania, también con sus historias románticas y anécdotas de interés; iba en el mar navegando cuando de repente fue alcanzado por un cohete lanzado por un torpedero alemán, el submarino U-20 a las dos y media de la tarde.
Allí viajaban contentos quienes se trasladaban de un país a otro; solo se salvaron 700 personas muriendo 1.200 personas; el registro de este hecho causó gran indignación y llevó a Estados Unidos a romper la neutralidad que quería manifestar en orden a la guerra; pero desde este hecho la oposición a la acción bélica alemana se hizo fuerte, sin neutralidad alguna y por el contrario buscando destruir todo lo que llevase ese signo.
Hoy es evidente el aumento de la violencia intrafamiliar, o entre barrios vecinos que ponen fronteras invisibles, entre países por ayudas a grupos de protesta, por ataques u olvidos, por equivocaciones o errores.
La falta de tolerancia, olvido y perdón se han convertido en idioma universal que pone freno a todo intento de reconciliación, serenidad. La reacción rabiosa, armada o marcada por el odio se ha convertido en la reacción normal hoy.
Me parece buena señal para todos el signo de la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II porque ellos hicieron un esfuerzo descomunal por buscar no tanto lo que nos separa a los seres humanos sino lo que nos une y acerca; ellos señalaron un camino de cercanía, de pedir perdón, de reconciliación.
Es también notorio el signo que el papa Francisco está dando a la humanidad sobre la necesidad de tener una actitud de tolerancia, perdón de ofensas, simpatía hacia todos, cercanía afectuosa.
El hundimiento del Lusitania no tuvo más razón que la de estar navegando en tiempo de peligro bélico y por lo tanto el hecho de lanzar un cohete y hundirlo se miró como legítima defensa de la soberanía alemana; este descaro generó una cadena de otros ataques de parte y parte.
Buena indicación da el papa Francisco en su carta: "hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día" (Nro. 45).
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