No es una inocentada más de las que hoy recibirá en esta fiesta de “los santos inocentes” que hace memoria de la matanza que Herodes hizo de inocentes niños en Belén y tierras cercanas como lo cuenta el Evangelio.
Herodes tenía un corazón tan duro, desviado y orgulloso que el antiguo historiador Macrobio pone en labios de Augusto esta sentencia: “era preferible ser cerdo de Herodes a ser hijo suyo; al menos a sus cerdos -por aparentar ser buen judío que no come carne impura según el precepto judío- no los mataba”.
Dura opinión pero que retrata la visión que se llegó a tener de Herodes el reinante en tiempos de Jesús; lo cierto es que el relato bíblico resalta la matanza de los inocentes niños ante el miedo de Herodes de ser suplantado o sucedido en el trono; el orgullo produce ceguera y ésta hace oscura la existencia sin amor y sin humor.
Pero es verdad que el tal Herodes sigue vivo; no hay que rajarse la cabeza para ver que los niños siguen siendo víctimas de abusos, maltrataos, abandonos, violencia y muerte. Esto viene a explicar un poco lo que Martín Descalzo anota: “por qué el Padre no envió un ángel a todas las casas de Belén?; pero le hizo encarnarse en un mundo de violencia y no en un mundo astral; pudo fabricar una dulce Palestina sin Herodes ni asesinos; pero habría sido ese mundo el verdadero y real”?
Es verdad, Herodes sigue vivo en las miles de familias que como la de Nazaret tiene que huir de sus parcelas para salvarse; está terriblemente vivo en los que en forma despiadada abusan de los infantes, los tratan con violencia, los abandonan, los violan y como si fuera poco los matan.
En este asunto estamos aún empezando a comprender y actuar; por qué se llega a este proceder tan inexplicable a simple mirada racional; es una adicción producida por algo o alguien, es una paranoia o una maldad en alto grado?; y qué hacer para frenar esto que va en aumento y actitudes de cruedad?
Asunto complejo que debemos enfrentar sin odios pero con rigor investigativo, con sabiduría correctiva, con sabia dirección. Desde el Evangelio tenemos pautas que abren caminos; ojalá encontremos la fórmula para que Herodes guarde su sangrienta espada.
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