Las enfermedades de los humanos se modifican a través de los siglos. Aparecen unas, permanecen otras y unas más desaparecen por acción del mismo hombre, que tiene la capacidad de cambiar el entorno y ayudar a proteger el organismo contra los padecimientos que lo llevan hasta la muerte.
Estas actividades que conducen a no tener enfermedades pueden ser simultáneas, secuenciales o totalmente independientes, pero que finalmente logran su cometido, unas ocasiones en forma individual, familiar, grupal y en otras oportunidades masivamente.
No hay que retrotraerse a muchos siglos anteriores para notar cambios evidentes. Han desaparecido enfermedades de todo el planeta como la viruela, del mundo occidental como la poliomielitis, de buena parte de Colombia como el sarampión, la amibiasis y la necatoriasis, un parásito propio de las zonas tropicales que produce anemia.
Otras que están en vías de erradicación como la rubeola, que poco a poco mediante la vacunación va quedando en la historia de la medicina. Esta enfermedad fue descrita a principios del siglo XIX y se le denominó sarampión alemán.
No fue sino hasta 1866 cuando se acuñó el término rubella, rubeola. Norman Gregg en 1941, encontró la asociación entre las cataratas y otros defectos congénitos con las epidemias previas de rubeola. En 1969 se obtuvo la licencia para la primera vacuna contra esta enfermedad eruptiva. Sin embargo, la aplicación masiva de la vacuna solo se logró varios años más tarde.
La asociación de la infección por el virus de la rubeola en mujeres durante los tres primeros meses de gestación, en algunas oportunidades sin erupción, y defectos congénitos por acción del virus sobre el embrión, fue la causante de serios trastornos sobre los ojos, los oídos, el corazón y el cerebro entre otros, porque el virus pasaba a la placenta en el 98% durante el primer tercio del embarazo.
Muchas historias evidencian cómo en la década de 1970 y siguientes, la angustia de los padres, ante la posibilidad de tener hijos con severas alteraciones teratogénicas, buscaban soluciones y no las encontraban. Afortunadamente muchos nacieron sin alteraciones.
En el 2000 la Organización Mundial de la Salud promovió una acción para erradicar la rubeola en el 2010, que consistía en adicionar a la vacuna contra el sarampión la de la rubeola. La meta no se logró.
Un estudio publicado el viernes pasado en los Estados Unidos de América por el CDC, Centro de Control de Enfermedades, demuestra que aún existen casos. Sin embargo, hubo una importante reducción de la rubeola: De 670.894 casos en 102 países en el 2000, se redujo a 33.082 enfermos en 162 naciones en el 2014.
El camino para la eliminación de la rubeola del planeta no ha sido sencillo, debido a los problemas de África y el sudoeste asiático, pues sus sistemas de salud no tienen la dinámica que existe en Europa o América, donde la transmisión del virus ha sido controlada.
Cuando la rubeola haya sido eliminada de la superficie de la tierra se habrá dado otro gran paso en el control de las enfermedades infecciosas que pueden ser prevenidas y erradicadas por la inmunización de los seres humanos.
De allí que los niños y los jóvenes tengan derecho a recibir productos que impidan las enfermedades para las cuales existe vacuna. A diferencia de las virales, no todas las vacunas son ciento por ciento efectivas, sobre todo las bacterianas como las de la tuberculosas, pero la aplicación meticulosa de las dosis en los tiempos requeridos, disminuirá las complicaciones de las enfermedades.
La vacuna contra el virus del Papiloma Humano, protege, según las actuales investigaciones, contra los virus específicos y no contra otros, de allí que podrían las niñas que recibieran esta vacuna desarrollar un cáncer por diferente tipo de virus.
Se esperan con ansiedad nuevas vacunas contra enfermedades que tienen un alto impacto en los humanos que pueden llevar hasta la muerte en más del 90% de los casos. Conclusión: aún falta mucho.
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