Nunca había leído ni oído el término ‘constructo’. Este ayuno de conocimiento se rompió durante este mes de sequías, causalmente, los días 12 y 13 de septiembre de 2015, fechas en las que lo leí en El Tiempo, la primera vez, del alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria Correa; la segunda, de una reportera venezolana, la señora Valentina Lares Matiz. Respectivamente, en estas frases: “Medellín tiene una historia. Es el constructo social y cultural de sus ciudadanos”. “Pero, además, esta acción intenta unificar al chavismo alrededor de un constructo que ubique a López como el enemigo de la revolución…”. Supuestamente, esta palabra fue acuñada por alguno de los filósofos gringos de vanguardia. No sé. A los autores de la vigesimotercera edición de El Diccionario les gustó el terminacho y lo estamparon en ella con esta definición: “(Del inglés ‘construct’, y este del latín ‘constructus’, part. pas. de ‘construere’, ‘construir’). m. 1. Construcción teórica para comprender un problema determinado. // 2. Psic. Categoría descriptiva bipolar con la que cada individuo organiza datos y experiencias de su mundo, como el frío y el calor, lo dinámico y lo estático, etc.”. Aunque viene del latín, se puede decir que es un anglicismo, por lo cual busqué su definición en un diccionario inglés, y ésta fue la que encontré, traducida, obviamente: “Es una idea compleja resultado de la conjunción de algunas ideas más sencillas” (MacMillan English Dictionary). Como no entendí, acudí a Google, y esto, de un tal George A, Kelly, hallé: “Un constructo puede definirse como una dimensión evaluativa bipolar simbolizada o no por una etiqueta verbal que discrimina entre elementos dependiendo de la característica en concreto que abstrae”. En caracteres chinos sí habría entendido. ¿Por qué no decimos pan por pan y vino por vino? Por ejemplo, ‘engranaje, acoplamiento’, en la frase del alcalde, y ‘patraña’, en la de la reportera. O las que a usted se le ocurran.
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‘Futbolistas’ son aquellos que practican el deporte del fútbol, aunque sean ‘troncos’, como algunos jugadores del Once Caldas. Y hay ‘violinistas’ y ‘pianistas’; ‘carteristas’ y ‘terroristas’; ‘izquierdistas’ y ‘fascistas’, a saber, personas que profesan esas disciplinas y tendencias: se deduce de la desinencia ‘-ista’. En la misma cita que hice del alcalde de Medellín se lee: “Es claro que no matarnos debe ser la prioridad de una comunidad que pretende ser civilista, un imperativo moral”. En esta oración, el redactor, en lugar del adjetivo ‘civilizado’ (‘culto, educado’) echó mano de ‘civilista’, que significa lo siguiente: “adj. Dícese del abogado que preferentemente defiende asuntos civiles. // 2. sust. com. Persona que profesa el derecho civil, o tiene en él especiales conocimientos” (El Diccionario). Si es improbable que todos los miembros de una comunidad sean ‘civilizados’, mucho más que sean ‘civilistas’.
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La locución ‘requerir de amores’ (“solicitar el amor de una mujer”) es una excepción de la regla que enseña que el verbo ‘requerir’, especialmente en su acepción de ‘necesitar, solicitar’, no pide la preposición ‘de’. Un editorial de LA PATRIA me dio pie para volver sobre este error gramatical, común, muy común, como tantos otros. Las muestras son las siguientes: “…pero se requiere también de que se tracen planes de salud pública…”; “…para atender a los pacientes que requieren de ello…” (14/9/2015). En la primera, lo único que hay que hacer para enmendarlo es suprimir la preposición; en la segunda, es preferible cambiarle el giro a la frase, así: “…para atender a los pacientes que lo requieren”, en el que, además, es patente la superfluidad de la preposición. El verbo ‘requerir’ significa también “reconocer o examinar el estado en que se halla una cosa”, como en este ejemplo de Cervantes: “…después de haberse limpiado don Quijote cabeza, rostro y barbas y celada, y afirmándose bien en los estribos, requiriendo la espada y asiendo la lanza, dijo…” (II, XVII).
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¿Cómo se puede ‘mejorar’ la criminalidad? La respuesta la puede dar el editorialista redactor de este períodico: “…se ha demostrado que el organismo [la Fiscalía General del intocable Montealegre] anda enredado en vericuetos que no ayudan a mejorar la criminalidad…” (LA PATRIA, 15/9/2015). Solamente se puede ‘mejorar’ lo bueno; lo malo, ‘empeorar’. ‘Disminuir’ es el término apropiado, o mejor, ‘desarraigar’, aunque sea una utopía.
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