Votaré el próximo 15 de junio. No digo por quien, sólo que no lo haré en blanco ni por Juan Manuel Santos. No obstante, la manera como el otro candidato empezó su alocución triunfal con la repelente fórmula de "colombianas y colombianos" me hace dudar. Esto es que cuatro años de atropellos al buen castellano son muchos. Tener que oír esa fastidiosa construcción gramatical cada vez que el hombre hable sería espeluznante: Si en televisión, "mis amigas y amigos"; si en Pensilvania, ‘paisanas y paisanos’; si en Manizales, ‘manizaleñas y manizaleños’; si en Cúcuta; ‘cucuteñas y cucuteños’; si en Pasto, ‘pastusas y pastusos’. ¡Qué jartera! En ese dizque debate de RCN, a Clara López la hizo enguaralar el repudiable lenguaje incluyente, pues dijo: "Todos y todas las colombianas". ¿Por qué el candidato, cuando agradecía, no dijo "agradezco a mi hija y a mis hijos"? Porque dicho lenguaje, además de insufrible, es inmanejable. Me gustaría enseñarle al candidato, si no lo sabe, este refrán: "En toda tierra de garbanzos, seis gansos y seis gansas son doce gansos", que, parodiado, se enuncia así: "En esta tierra de bananos, seis colombianos y seis colombianas son doce colombianos".
* * *
‘Conexidad’, como lo enseñan los diccionarios, es una palabra anticuada, que se empleaba "junto con ‘anexidades’ en los documentos públicos para referirse a los derechos o bienes anejos a otro principal". Para expresar otros nexos, se usa el término ‘conexión’. Al general Álvaro Valencia Tovar, escritor castizo, le gustó mucho la palabreja, y echó mano de ella en la siguiente oración: "Ellos, cumpliendo el mandato de su servicio, negaron legalmente el secreto de toda conexidad con el gobierno de su majestad británica…" (El Tiempo, 16/5/2014). Me parece, general, que el término que mejor expresa su idea en esta construcción es ‘relación’ o, si le suena muy bien la equis, ‘conexión’. Sustantivo este último el adecuado para reemplazar a ‘conexidad’ en el siguiente texto del obsesivo columnista de El Tiempo, Gabriel Silva Luján: "…para decir (China) que las islas en disputa y su zona económica no tienen conexidad geográfica con Japón" (26/5/2014). ‘Conexión’, repito, porque en la muestra citada el nexo es físico. Y Cicerón -el señor Cicerón Flórez, quiero decir –usó su adjetivo en esta frase: "…a quienes manejan las empresas conexas a la guerra" (LA PATRIA, 18/5/2014). Este adjetivo, ‘conexo-a’ (‘relacionado, afín’), se emplea más apropiadamente en su calidad de tal, por ejemplo, cuando en Derecho se habla de ‘delitos conexos’. Debe, entonces, ser reemplazado por ‘conectado’ o ‘relacionado’, y el complemento introducido por la preposición ‘con’, así: "…las empresas conectadas con la guerra".
* * *
Con perplejidad, ni más ni menos, a propósito de la solicitud que veintiséis mujeres le hicieron al Papa de abolir la ley que les prohíbe a los sacerdotes el matrimonio, he leído en diferentes medios de comunicación escritos el siguiente titular: "El celibato no es un dogma". Pero más suspenso aún quedé cuando leí esta declaración atribuida al sucesor de Pedro por Darío Menor Torres: "El celibato no es un dogma de fe, sino una regla de vida" (El Tiempo, Efe, Debes saber, 28/5/2014). Por supuesto que no es un dogma, Su Santidad. ‘Celibato’ es el estado de las personas que no han contraído matrimonio, ‘célibes, solteros’. Pero el uso lo ha restringido para los sacerdotes católicos y religiosos en general, que, por disposición eclesiástica, no pueden casarse. Es decir, es una ley, asentada en el Derecho Canónico, de acuerdo con las disposiciones de los concilios II de Letrán (1139) y de Trento (1545-1563). Es, por lo tanto, una ley eclesiástica, no divina, que el Papa puede regular o abolir. El ‘dogma’, en cambio, es "una proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia". El ‘dogma católico’ es una verdad revelada por Dios, por ejemplo, la divinidad de Jesucristo. Estas verdades están enunciadas y estudiadas hasta donde alcanza la razón en la teología católica. Decir, pues, que el celibato no es un dogma es una incongruencia. El Papa, creo yo, quiso decir que la prohibición impuesta a los sacerdotes de contraer matrimonio no es ley divina, sino eclesiástica, como anoté antes.
* * *
Para nosotros no hay diferencia en la pronunciación de ‘embestir’ y ‘envestir’. Habrá quienes lo hagan como debe hacerse, pero la diferencia es muy leve. Esto quizás causó el error en el que incurrió el corresponsal Uriel, quien, en su misiva al Correo abierto del periódico de Caldas escribió: "Es una envestida permanente y constante de los narcoterroristas para conseguir sus fines ilícitos" (LA PATRIA, 27/5/2014). ‘Embestida’, la ortografía correcta según el contexto de su afirmación, es la "acción y efecto de embestir" ("Ir con ímpetu sobre alguien o algo"); ‘envestida’, forma poco usada de ‘investida’, es el participio pasado de ‘envestir’ –‘investir’– ("Conferir una dignidad o un cargo importante"). Lo curioso de esto es que los dos verbos provienen del verbo latino ‘investire’ (‘vestir, revestir, guarnecer, adornar, rodear’), el primero, a través del italiano ‘investire’ (‘invertir, conferir, envolver; atacar, asaltar, dar contra, atropellar’). ¿Cuándo cambió su grafía? Tal vez durante el siglo XVI, época en la que los escritores españoles estaban influenciados por los italianos. ¿Para diferenciar los dos verbos? ¡Hum!
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015