No sé por dónde empezar, porque realmente no quiero volver sobre la omnipresente y fastidiosa expresión ‘al interior de’, que debe ser reemplazada por la preposición ‘en’, sino del uso superfluo que de ella hizo la profesional Sylvia Ochoa de Álvarez en la entrevista que le concedió a LA PATRIA el 2 de mayo de 2014 con motivo de la presentación de dos libros. Esto dijo: "Al final de cada capítulo se plantea una situación familiar concreta y la orientación para la solución de conflictos al interior de la convivencia…". No sabía por dónde, pero empecé, y sigo: uso superfluo, dije, porque en esa declaración, además de ajar la redacción, sobra. Borrada la intrusa, la frase queda que ni pintada, así: "…para la solución de conflictos de convivencia…". Y no es necesario el complemento ‘en el hogar’ -lo invento-, pues ya había mencionado "una situación familiar". No leo libros de sicología; de autoayuda, ¡ni riesgos!, y tampoco de orientación. Razón por la cual no tengo las bases para pronunciarme sobre ellos, pero si su redacción es semejante a la de la frase citada, me alejaría aún más de su lectura, y, como dice mi fuente, "me daría vergüenza ajena". Más todavía: la inflexión verbal ‘se plantea’ debe ir en plural (‘se plantean’), porque se refiere a dos elementos de la oración, a saber, ‘una orientación familiar’ y ‘la solución’.
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El adverbio, una de las partes de la oración, es invariable en género y número, es decir, que no cambia, así modifique, por ejemplo, adjetivos masculinos o femeninos, singulares o plurales. Y hay términos que pueden desempeñar en la oración los oficios de adverbios y adjetivos calificativos, verbigracia, ‘mejor’ y ‘peor’. Como adjetivos, son los grados comparativos irregulares de ‘bueno’ y ‘malo’, respectivamente; como adverbios de modo, son los comparativos de los adverbios ‘bien’ y ‘mal’. Parece que el señor Eduardo Behrentz, columnista de El Tiempo, enterró estas nociones elementales cuando redactó lo siguiente:"…quienes se están entrenando para llevar a cabo la labor docente hacen parte del grupo de los profesionales peores evaluados del país" (12/5/20124). Obviamente, en esta oración, ‘peor’ es adverbio, porque modifica al participio pasivo ‘evaluados’. En ella, ‘peor’ equivale a ‘más mal’, construcción en la que el adverbio ‘más’ modifica al adverbio ‘mal’. Según lo anterior, la construcción castiza es ésta: "…de los profesionales peor evaluados del país". La misma construcción con el adverbio ‘mejor’: "…de los profesionales mejor evaluados". En su escrito, además, el columnista abusa de la locución adverbial de lugar ‘en donde’: la emplea seis veces en un artículo de seiscientas palabras, mal, casi siempre, por ejemplo, en la siguiente frase: "…tiene que ver con la dignificación de la labor docente, en donde el principal objetivo…". En ella la usa en lugar del adjetivo relativo ‘cuyo’, como lo pide la gramática, así: "…de la labor docente, cuyo principal objetivo…". Analizar gramaticalmente lo que se escribe y hacer borrador le evitan al redactor estos errores y esas repeticiones molestas y evidentes.
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El verbo ‘emular’ no es sinónimo de ‘imitar’ con su acepción de "ejecutar algo a ejemplo o semejanza de otra", ni de ‘reproducir’. Esta confusión es patente en la siguiente información de Colprensa: "Un grupo de personas visita la instalación del artista colombiano Óscar Murillo, quien emula una fábrica de dulces de su país…" (LA PATRIA, 3/5/2014). Los sinónimos de ‘emular’ ("Imitar las acciones de otro procurando igualarlas e incluso excederlas") son ‘competir, rivalizar, contender’. El verbo tratado viene del deponente latino ‘aemulari’ (‘emular, imitar, seguir el buen ejemplo de otros, competir, rivalizar, sentir celos de’). Y así, cuando Quintiliano escribió "aemulari Homerum"; quiso decir "tratar de igualar a Homero". Hay, por lo tanto, una diferencia grande entre los verbos ‘imitar’ y ‘emular’, verbo este último inapropiado en la información de Colprensa. De acuerdo con la fotografía que acompaña el texto correspondiente, lo que el ‘artista’ colombiano hizo fue reproducir en miniatura una fábrica de dulces. Para ‘emularla’ necesitaría larga experiencia, innumerables y engorrosas diligencias, harta plata y fuertes dolores de cabeza. Y, con seguridad, no lograría su intento.
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Es frecuentísimo en el lenguaje popular el empleo del pretérito imperfecto de indicativo (‘había’) por el potencial simple o imperfecto (‘habría’). En esta folclórica confusión cayó nuestro inmortal narrador en la primera oración de su obra cumbre. El editorialista de El Tiempo confundió los mismos tiempos verbales de ‘deber’ en la siguiente oración: "Si ello es así, esos predios debían pasar a manos del Fondo Nacional de Reparación y no quedarse en manos de esas falsas víctimas" (15/5/2014). Según el contexto, la construcción castiza es ésta: "…esos predios deberían pasar a manos de…", porque habla de una posible acción futura, de acuerdo con esta indicación: "He ahí una tarea vital que necesita decisión y mano firme". Ahora bien, si la intención del redactor fue hablar de lo que debió hacerse, lo correcto era emplear este tiempo, así: "…esos predios debieron pasar a…". No obstante, no era ésta su intención, si supe interpretarla.
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