Un gobierno serio, responsable, eficiente y honesto no necesita tener un equipo de alzafuelles, porque los hechos hablan por sí mismos; y el estadista que en verdad lo sea no se desgasta en proclamar de continuo sus hechos positivos, sino que los examina con la conciencia y deja las calificaciones finales al juicio de la historia.
Los más rutilantes equipos publicitarios los han tenido dictadores y sátrapas, que, mientras humillan a sus pueblos y los sumen en la miseria, engordan sus cuentas bancarias personales, y sus patrimonios, y los de sus familiares y colaboradores más cercanos. Casi todos bajo un ropaje populista, que dispensa dádivas para ganar elecciones con "el oscuro e inepto vulgo", que se contenta con baratijas, mercados y electrodomésticos; y con fantasiosos aumentos salariales, y beneficios en pensiones, sin pensar en que a la larga el sistema económico se revienta, para que paguen los platos rotos otras generaciones posteriores. "El que venga atrás que arree", parecen decir irresponsablemente los beneficiarios de tales despropósitos.
Llama la atención de los analistas objetivos el hecho de que el gobierno del presidente Santos no haya usado para su campaña reeleccionista un aparato publicitario que dé a conocer al electorado las realizaciones de su gobierno, que son positivas y evidentes en muchos aspectos, con clara visión de futuro. Lo que no se haya logrado tiene que ver con circunstancias insuperables, como fenómenos naturales, eventos de la economía global, acciones de la delincuencia organizada y aspectos institucionales adversos, judiciales y legislativos, ligados al sistema democrático. Y con el inexorable paso del tiempo, que es insuficiente, cuando un mandatario se enfrenta a múltiples factores sociales, que es necesario priorizar; y cuyas soluciones es imposible que dejen contentos a todos, además de que sirven de pretexto a los opositores para adelantar sus campañas, sin importar que para lograr sus objetivos tengan que pisotear la verdad.
Colombia, a pesar de las dificultades que genera el conflicto armado y de los problemas económicos y sociales de países estratégicos para el comercio externo, muestra factores macroeconómicos favorables, en aspectos tan sensibles como el empleo, la inflación, el producto interno bruto, la cobertura en salud, educación y vivienda; los ingresos fiscales, la racionalidad del gasto público, la inversión en infraestructura para la competitividad, las buenas relaciones internacionales, la estabilidad jurídica y el desempeño legislativo. Todo lo cual es reconocido por los gobiernos de los países más representativos y sólidos institucionalmente del mundo, y por las organizaciones, económicas y sociales, que regulan y supervisan el sistema democrático universal.
Díganlo, si no, las expresiones unánimes de apoyo al proceso de paz que se adelanta en La Habana, que contienen una exclamación consensual: ¡Cómo sería Colombia si el conflicto armado terminara, si, a pesar de él, está tan bien como está! La parte negativa tiene sus voceros, que se inspiran en mezquindades y delirios de poder, que lindan peligrosamente con desarreglos mentales.
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