Pese a que la actitud bélica ha sido una constante histórica, especialmente en países culturalmente matones, de pronto surgen estadistas que prefieren usar el arma de la diplomacia para resolver conflictos, con lo que economizan en gastos bélicos, y, lo más importante, en vidas. Las víctimas de las guerras necesariamente son jóvenes, lo que magnifica el absurdo. Otros gobernantes, en cambio, cuyos países son vocacionalmente armamentistas, y el mercadeo de armas incide de manera importante en su producto interno bruto, intervienen para azuzar conflictos, en los que no tienen ningún interés distinto de vender material bélico.
Un caso que no extraña por la calidad humana del personaje es del presidente ruso Putin, quien recientemente le ofreció a Nicolás Maduro apoyo en caso de una confrontación con Colombia; y por ahí derecho le vendió 6.000 millones de dólares en armas, para equilibrar fuerzas con su eventual “enemigo”, cuyo potencial bélico tenía identificado. Y el otro zoquete, por inmaduro, mordió el anzuelo, para agravar más la situación económica de su país, con una nueva deuda inoficiosa.
Los Estados Unidos tradicionalmente han intervenido en cuanto conflicto surge en cualquier rincón del planeta, para acreditar su condición de policía del mundo, con el pretexto de preservar la democracia, cuando la realidad es que detrás de sus nobles intenciones hay intereses económicos; y a quienes defienden son con frecuencia dictadorzuelos sanguinarios, opresores de sus pueblos. Pues el presidente Obama, haciendo uso de su carisma personal y político, ha decidido no enviar más soldados, aviones y acorazados para meter las narices de su país en peleas ajenas; y, por el contrario, poco a poco ha regresado a sus hogares a miles de muchachos destinados a Irak, Afganistán y otros, por presidentes que, siguiendo la constante de sus antecesores, y para demostrar el predominio de la nación más poderosa del mundo, se habían comprometido en entierros en los que no tenían velas. Por supuesto que los militares más recalcitrantes y los políticos más reaccionarios, especialmente los que protegen a los fabricantes de armas, no están de acuerdo con el estilo diplomático de Obama para resolver diferencias, pero los padres de familia y la sociedad pacifista lo apoyan.
Un caso sorprendente, por los antecedentes de la confrontación económica y política de Estados Unidos y Cuba, es la actitud conciliadora del presidente Raúl Castro y el mismo Obama, para restablecer unas relaciones rotas hace 50 años, proceso que va para adelante, así algunos “gusanos” cubanos, acomodados en Estados Unidos hace décadas, apoyados por los extremistas gringos de derecha, se arranquen las mechas. Pero la lógica política y los derechos humanitarios del pueblo cubano van a imponerse.
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