Sonia Rocío De la Portilla Maya * smaya@umanizales.edu.co
Muchas veces, hallar el justo medio entre el sano cuidado y aquel que hace daño no es fácil. Tanto las negligencia como los excesos, lesionan el desarrollo emocional en diversos grados, que van desde la timidez e introversión, hasta patologías como: la depresión, los trastornos de personalidad tipo narcisista, anti social, limítrofe o dependiente, entre otros. Los padres o cuidadores que incurren en tal sobreprotección, impiden al niño o al adolescente verse a sí mismo como un ser valioso, tal cual es, con derecho a ser diferente de los demás y a tener su criterio propio.
¿Cómo puede ser esto posible?...Muchas veces, de manera no consciente, se atribuye al niño una misión, una deuda pendiente por saldar respecto a ciertas necesidades no resueltas de la familia o alguno de sus integrantes. Por ejemplo, cubrir las carencias afectivas entre la pareja, cumplir los planes que los padres no han conseguido, llenar el vacío de un hijo fallecido, atar una relación de pareja que malogra, etc.
De esta forma, se cuida en exceso bajo el temor de que el “producto” se eche a perder o alguien pueda desviarlo del plan. El niño capta mensajes distorsionados: de una parte, se siente merecedor de consideraciones especiales por encima de los demás: y de otra parte, interpreta como amenazante y persecutorio, todo lo que pudiese frustrarlo.
Así, él puede asumir una imagen dicotómica del mundo como bueno o malo. Mientras que idealiza lo bueno, lucha por aniquilar lo contrario, siendo incapaz de conciliar puntos intermedios, de flexibilizar su comportamiento, de aceptar y reconocer los diferentes intereses de las demás personas, padeciendo dificultades de adaptación e interacción social, problemas para afrontar pequeños o grandes obstáculos, sumiéndose en un mar de inseguridad, ansiedad, rabia, necesidad de control y patrones de dependencia.
Él puede adoptar una baja autoestima, victimizarse y reclamar cada vez más atención, como si todo lo que le rodea, debiera compensarlo. Cuanto más recibe, nada le satisface, acumulando una serie de frustraciones e infelicidad.
Lo importante como padres, es darnos cuenta del peligro de la sobreprotección y disponernos a corregirla y a desligar a los hijos de sus propios temores y proyecciones, permitiéndoles su auténtica individualización. Demasiado cuidado, no siempre es mejor.
* Psiquiátra psicoterapeuta infantil y de familia – Docente de la Universidad de Manizales.
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