Educar, formar, enseñar, dar buen ejemplo parece que son asuntos del pasado. Ciertos modelos permiten ilustrar situaciones comunes que invitan a reflexionar acerca de los comportamientos cívicos de algunos seres humanos.
A donde se vaya se leen avisos que solicitan dejar los desechos en los recipientes especiales para ello y aunque están cerca de las personas, ellas los ignoran y arrojan la basura sin asomo de pena y hay de que alguien se atreva decir algo, pues como mínimo recibe insultos por meterse dizque ‘en lo que no le importa’.
Si, la gente es así, cree que la ciudad no tiene dueño y por ello que más da, afearla, dejarla mugrienta y desagradable. A esta actitud se suman los vándalos que quiebran, dañan, ponen avisos en muros, rallan paredes, monumentos, murales en fin todo tipo de obras artísticas, nada se salva, parece que la consigna es estropear y dejar todo con aspecto repugnante.
Otro ejemplo son los teatros, al salir de cine se puede observar muy bien la educación y el compromiso de los espectadores, a pesar de los avisos en pantalla en los que solicitan dejar la basura en su sitio, los espectadores no acatan la recomendación, son pocas las personas que bajan las escalas con la basura en sus manos.
Tampoco se respeta la solicitud de apagar el celular o dejarlo en silencio, ¡no! En plena película se oyen conversaciones de negocios, amorosas, amistosas, en fin como si estuvieran en la sala de sus casas.
Para muchas personas el celular siempre se tiene que contestar, ya se esté en los ritos religiosos, conciertos, citas médicas o de otra índole. En las horas de encuentros familiares, almuerzos u otras reuniones, el celular desplaza a los seres humanos, ni contacto visual, ni atención a las palabras dichas, ¡qué aparato tan poderoso!
Y qué decir del bullicio que se oye en calles, barrios, conjuntos cerrados; los vecinos no se conduelen de si hay enfermos, ancianos, bebés, si la gente tiene que madrugar; en algunas ocasiones el ruido es tan fuerte e irrespetuoso que hay familias que prefieren buscar otros sitios para vivir; la música suena al volumen más alto y así entre la estridencia de las canciones y los gritos de los invitados, los vecinos no pueden descansar.
Estos comportamientos son el resultado de los aprendizajes que las personas han tejido durante su vida, y si bien los valores son cualidades que los seres humanos asimilan desde la infancia y a través de la familia y con el ejemplo, es cierto que también se aprenden en la edad adulta y requieren que se les cultive para una sana y mejor convivencia consigo mismos, con las demás personas y con el entorno en el que se habita cotidianamente.
La educación en valores es necesaria para vivir en sociedad y no es compromiso solo de la familia; los centros educativos y los entes gubernamentales tienen gran responsabilidad en este asunto. Es muy notorio que hoy en la ciudad, hace falta trabajar de manera continua y con compromiso social para alcanzar una verdadera convivencia.
Psicóloga
Docente Universidad de Manizales
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