Muchos son los cambios que se observan en la sociedad actual, uno de ellos es el uso del lenguaje, el cual es cada vez más chabacano y ordinario, no es sino encender un televisor o escuchar algunas emisoras para darse cuenta de que en lo que menos tiempo se invierte, es en pensar qué palabras usar y cuál es el efecto de éstas en las personas que los están viendo o escuchando.
Llama la atención cómo una parte de la sociedad se va adaptando a lo ramplón, incluso lo disfrutan y hasta lo alientan. En este país es común ver que muchas personas aceptan sin hacer ningún análisis, diversas situaciones de violencia sin que ello les afecte en lo más mínimo. Por estos días han circulado olas de palabras agresivas, descalificadoras, vulgares, retadoras, pendencieras, ofensoras, incitadoras, todas ellas con una clara finalidad: ‘aniquilar a otros.’
Es así como mentiras y verdades, montajes y realidades, entrevistas y declaraciones, hipocresía y falsedad, arrogancia y soberbia, autoritarismo y deslealtad, cobardía y confusión, impunidad y complacencia, danzan ante los ojos de miles de personas que observan y escuchan ese mundo que los otros muestran. Mientras tanto, las reacciones comienzan a aparecer: asombro, rabia, coraje, aceptación, indiferencia, pudor, asco, repugnancia, beneplácito, desesperanza, desconcierto, burla, o vergüenza, dolor de patria.
Tanto rencor en movimiento, tanto veneno circulando, virus que intoxican y contagian lo que tocan, sin límites de ninguna clase. Es notable la ausencia de principios que orienten las acciones que tienen en sus manos, así entonces, lo único que importa es conseguir el poder, no interesa a costa de qué, ni cómo, ni con quién, ni a través de qué medios; de igual manera quitar o poner a alguien del camino es fácil cuando se carece de escrúpulos para alcanzar los objetivos.
Vale la pena, hacer reflexiones acerca de las siguientes preguntas.
-¿Será que esas personas que transgreden tantos límites y carecen de principios, pueden generar confianza en la comunidad?
-¿O quizás hay quien piense que los milagros existen y que se pueden hacer cambios significativos con solo tener el poder y que lo que ha sucediendo hasta ahora es un matoneo simple?
Bien lo dice Adela Cortina en sus investigaciones sobre ética, que la moral se ha ido transformando en moralina y desde esta premisa se le da cabida a cualquier actitud y criterio, sin análisis, ni reflexión. Lo anterior significa que no se asumen los mínimos éticos necesarios para tejer ninguna relación; se manipula, se interpreta, se acomoda, se juzga, se justifica, se señala, se atropella, se maquilla y como si esto no fuera suficiente, una parte del país se ha ido acostumbrando a todo tipo de transgresiones morales sin que haya ningún freno.
Hoy por hoy encontramos muchas personas que no saben qué es el pudor, el honor, ni la vergüenza y así pretenden manejar un país, no son capaces siquiera de autorregular el uso de sus palabras, ni sus gestos, son vulgares y soeces, todo lo que piensan y hacen lo llevan a cabo motivados por el resentimiento, el odio y la venganza y pretenden contagiar a todos los demás de sus enfermedades emocionales.
Surgen algunas reflexiones acerca de estos asuntos, y una que es muy poderosa, es la ausencia de vergüenza, lo que significa que el principio de realidad con que se actúa o está ausente o se encuentra relegado del proceder cotidiano; cualquiera que sea la explicación es nefasta para una persona que se cree líder y que quiere llegar a ocupar cargos de poder.
Una parte de la sociedad se alimenta de los actos vulgares y mezquinos, unas veces siendo protagonista de los hechos y en otras ocasiones como testigo. -¿Mientras tanto, que está dispuesto usted a hacer y a asumir para transformar tanto irrespeto e indignidad? -¿Este es el país que queremos? -¿Considera que es un buen ejemplo para las nuevas generaciones?-¿Ha sentido vergüenza ajena por tanta ignominia?
*Psicóloga
Profesora Titular Universidad de Manizales
fannybernalorozco@hotmail.com
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