Asombra cada día el número de noticias de mujeres maltratadas, el diario El Tiempo del 25 de noviembre denuncia que siete de cada 10 mujeres en Colombia han sufrido algún tipo de agresión, la mayoría de las veces causada por su pareja; golpes, heridas con arma blanca, abuso sexual, humillaciones, amenazas, maltrato verbal y emocional, hechos que suceden delante de los hijos, quienes también son amenazados, así mismo se da el caso de padres, madres, hermanos, que se arrogan poderes a través de los cuales, acaban con la salud física, mental y emocional de la persona que han escogido como víctima.
A pesar de ser un tema diario, surgen muchas preguntas por sucesos de esta magnitud. -¿Qué pasa por la mente de estos hombres?, ¿Un maltratador puede curarse?, -¿Hasta dónde llega su enfermedad emocional?,-¿Por qué se permite tanto maltrato en las relaciones familiares y de pareja?,-¿Cómo darse cuenta de que se está conviviendo con una maltratador o un asesino?, -¿Debería la educación influir positivamente en la autoestima de los seres humanos?, -¿Las secuelas que dejan el maltrato y la violencia se pueden reparar?, -¿Cómo viven los niños el maltrato?,-¿Qué hacer con las consecuencias de tanto horror en la memoria emocional?.
La amenaza tiene el poder de intimidar, doblegar, empequeñecer, someter, dominar, amedrentar, acabar con la autoestima y la confianza, y es que con los miedos que genera la amenaza, es difícil asumir normalmente la vida, cualquier proyecto se interrumpe por la acción paralizante de esta emoción, que detiene las ilusiones, los sueños, en fin los propósitos que se tienen en la vida.
Las creencias, la cultura, la educación, los imaginarios sociales, todos ellos, tienen que ver con el papel que asume tanto la víctima, como el victimario, en estos escenarios no se conjuga el verbo renunciar, no renuncia ni quien considera que ser violento forma parte de su naturaleza, ni quien recibe el maltrato, en el fondo en la mayoría de los casos, cada día las víctimas se levantan con la idea y la falsa esperanza, de que todo va a cambiar, o a mejorar.
Gilma, expresa que durante veinte años su esposo la maltrató e inclusive en ocasiones abuso de ella, las cosas cambiaron un poco cuando los hijos crecieron, y con su hija mayor pidió ayuda a un profesional. Allí supo que existían leyes y castigos para lo que el esposo había hecho con ella. Al preguntarle a Gilma por qué había permitido toda esta violencia expreso: “Mi mamá siempre me dijo que por los hijos había que aguantar todo lo que pasaba dentro de la casa y que además esas cosas no se las podía contar a nadie”.
Como Gilma, hay muchas mujeres, que asumen una actitud de resignación e impotencia, consideran que sin el esposo no serían capaces de salir adelante e incluso llegan al extremo de convencerse así mismas, de que todas esas vejaciones, las merecen, y pagan un alto precio por este estoicismo y aguante. No se han sentido queridas, sino utilizadas, jamás han sido felices, la risa les ha sido esquiva y el dolor lo han cargado a lo largo del tiempo, sin derecho a exigir un trato digno, ni a pensar en su propia salud mental.
*Psicóloga y profesora titular de la Universidad de Manizales.
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