En el libro Sobrevivir al suicidio el doctor Paulo Daniel Acero expresa: “Por encima del tabú y del incomprensible pero aún presente miedo del contagio del acto suicida, es necesario que aceptemos hablar claramente de la que, en la actualidad, es la segunda causa de muerte en el mundo entre los 15 y los 30 años según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud. Razón adicional para hacerlo, es que el mismo y respetable organismo pronostica que para el año 2020, la depresión, que no siempre, pero frecuentemente se correlaciona con el intento y el acto suicida, pasará a ser la segunda causa de incapacidad en el mundo y la primera causa de baja laboral en los países desarrollados”.

Por otra parte, Medicina Legal en su informe Forensis del año 2013, habla de “una escalofriante radiografía” al poner en conocimiento los suicidios de niños entre los cinco y los nueve años. Según la misma entidad, ese mismo año se suicidaron 1.810 personas de las cuales 1.461, eran hombres y 349 mujeres, 37 niños y 67 niñas. Asunto que es también causa de preocupación en las comunidades indígenas. El día 2 de marzo, el diario El Espectador informó que entre el año 2010 y junio de 2014 hubo 61 casos de suicidio. La mayoría de estas muertes son de personas jóvenes, lo que invita a hacer de manera repetida la siguiente pregunta: ¿Qué puede llevar a que un niño o joven tome la decisión de quitarse la vida?

El suicidio es doloroso, genera muchas preguntas y ninguna respuesta, ni explicación, por lo que los familiares, amigos o allegados, nunca quedarán conformes. Igualmente, las personas cercanas comienzan a rememorar los últimos días compartidos e indefectiblemente se preguntan si hubieran podido hacer algo para prevenir tan trágico desenlace.

Es necesario tener en cuenta que existen situaciones que pueden desencadenar una conducta suicida: Separación de los padres, muerte de un ser querido, pérdida económica, embarazo no deseado, baja tolerancia a la frustración, situaciones académicas, abandono de los padres, consumo y abuso de alcohol u otras sustancias, baja autoestima y rechazo social, desempleo, enfermedad en estado terminal, violación o abuso sexual, depresión, soledad, enfermedad bipolar, personalidad impulsiva, ser víctima de maltrato, influencias sociales, amenaza, humillación, matoneo, entre otros, lo que significa que para tales personas, estar viviendo en condiciones que les signifiquen estrés o riesgo es estar en peligro.

Tanto para quienes piensan en el suicidio como una opción para dar por terminada su vida como para las familias o sobrevivientes que quedan con dolor, el suicidio es difícil de asumir y de aceptar. No es fácil entender el desapego por la vida que sienten algunos seres queridos cuando se les acaba su sentido de existencia. Es necesario afirmar -además- que hay algunas enfermedades mentales que pueden llevar a terminar con la vida, asunto del que no se habla con serenidad. Se puede hablar de los males que aquejan el cuerpo, pero la salud mental es un secreto y una verdad de la que muchas personas se avergüenzan o niegan para no sentir el señalamiento de otros.

De acuerdo con el doctor Miguel de Zubiría Samper en su libro: Cómo prevenir la soledad, la depresión y el suicidio en niños y jóvenes, el suicidio es el resultado de tres causas: la fragilidad, la soledad y la depresión. Cada uno de estos motivos requiere de un análisis profundo, de acompañamiento y apoyo hacia la persona que esté pasando por una crisis que le genere ese estado mental en el que sienta que no tiene los recursos emocionales para afrontar tal situación.

El suicidio es la consecuencia también de un pobre auto cuidado emocional, de vínculos afectivos frágiles y poco estables, ante los cuales es fácil verse derrotado y sin alientos para seguir el tránsito por la existencia. Lo más doloroso del desapego por la vida y el vivir, es que deja en los sobrevivientes una huella de dolor que demora mucho tiempo en sanar y cicatrizar.

Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.