Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Se le abona a Falcao su esfuerzo en la rehabilitación, la sensatez de sus palabras y los mensajes optimistas con que ha matizado los tiempos siguientes a su operación. Pero se siente un tufillo manipulador en su entorno, médicos incluidos, que, rompiendo paradigmas elevaron la ilusión del público por encima de conceptos científicos cimentados, sobre los efectos de lo ocurrido con su rodilla lesionada.
El pueblo, durante estos meses ha soñado con Falcao comandando el ataque de la Selección, por encima de la desgracia ocurrida. Las semanas siguientes a su operación y en frenético cubrimiento, los medios dieron cuenta paso a paso de los movimientos de nuestro ídolo, entrevistas incluidas, entre ellas las de Noronha, el cirujano responsable de la restitución de su poder goleador.
Las predicciones siempre fueron desbordadas a juicio de los expertos. A cuatro meses de su lesión, no es aún un deportista apto para competir al más alto nivel. El mismo Falcao lo reconoce, al igual que su familia, la que siempre entendió que primero el hombre, luego el deportista y más tarde las necesidades futboleras en su club y en el combinado nacional, al amparo de Dios al que Falcao ama.
Pesó en Noronha y el grupo que le acompaña, el criterio mercantil por encima de las prioridades del jugador. La fuerza mental en la readaptación de un deportista caído en desgracia, no llega con mensajes optimistas falseados para forzar su regreso. Llega del estímulo propio del atleta, y su consagración en la puesta a punto, lo que a Falcao no le ha faltado.
Lo de Falcao se ve llegar con todos los efectos contraproducentes de su ausencia. Pero es preferible un jugador de condiciones inferiores, como lo son todos en el ataque de la selección, al ciento por ciento en su condición física y futbolística, que el ídolo como juguete averiado, con el riesgo letal de una recaída. El fútbol no para, la vida tampoco.
P.D.: Inacabado aún el proyecto de la Selección, la semana que corre será de felicidad o de traición, de fiesta a pesadilla, para los futbolistas que han acuñado el sueño de ir al Mundial. Siete se marcharán sin desfilar entre garotas, caipirinhas (bebida), feijoadas (comida) y zamba futbolera en estadios con fiesta. Así es el fútbol. Alguna vez ocurrió con Maradona.
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