Algunas razones permiten pensar que Manizales es una ciudad universitaria. Los 38.000 estudiantes universitarios inscritos en programas de pregrado y postgrado, las 7 universidades y la decena de instituciones técnicas y tecnológicas que existen, los 3.500 empleos que genera la educación superior y, los 140 mil millones de pesos que gastan los estudiantes de otras ciudades, indicarían que esta concepción es correcta. Sin embargo, en la ciudad nunca se ha materializado un verdadero plan para la existencia de dicho fenómeno, por el contrario, la dirigencia local adoptó este título para Manizales, sin mayor planificación ni objetivos reales, luego del desmantelamiento industrial y el fracaso comercial que ha padecido la ciudad en las últimas décadas.
Un proyecto de ciudad requiere ser soñado, planeado y ejecutado, aspectos que no han sucedido con la ciudad universitaria. Para iniciar, el desdén de las autoridades locales con el enorme déficit financiero que cargan a cuestas las dos universidades públicas de Manizales, que las ha obligado a elevar matrículas, cobrar servicios y recortar drásticamente su presupuesto, ha sido absoluto. Obras de importancia como la primera fase del Centro Cultural Universitario, han tenido que ser asumidas en solitario por la Universidad de Caldas, como si el impacto académico, social y cultural, fuera solo para esta institución y no para la ciudad. Con más dudas que certezas, se planean la segunda y la tercera fase de este proyecto, sin que los mandatarios hayan asumido compromisos reales en su financiación.
Por otro lado, la oferta de servicios de bienestar para los estudiantes es altamente insuficiente y recae sobre el esfuerzo propio de las universidades. Solo el 4% de los estudiantes universitarios recibe subsidio de alimentación y apenas el 2% de los 14.000 estudiantes provenientes de otras ciudades tiene acceso a residencias estudiantiles. Contrario a lo que sucede en las verdaderas ciudades universitarias del mundo, como Mendoza o Rosario en Argentina, en Manizales no se ha estructurado un plan de beneficios para los estudiantes que incluya tarifa diferencial en transporte público, acceso a bibliotecas las 24 horas, wi-fi público o descuentos en librerías, entre otros. La carencia de un hospital universitario que facilite las prácticas académicas de los programas de salud y evite la competencia entre instituciones y, la escasez de escenarios deportivos, artísticos y culturales públicos, también son reflejo de lo mucho que le falta a la ciudad para alcanzar el título de universitaria.
Tampoco se podrá adquirir este título, si los egresados de las universidades no tienen oportunidades de trabajo digno y salario justo. De acuerdo a Manizales Cómo Vamos (Informe de Calidad de Vida 2015), 4 de cada 10 graduados trabaja por fuera y los salarios están por debajo de departamentos con el Valle o Antioquia. En este sentido, la concepción de ciudad universitaria debe ir atada a la creación de industria, el fortalecimiento del comercio local y la generación de empleo de calidad, con el objetivo de que Manizales deje de ser una ciudad exportadora de talento debido a la falta de oportunidades.
Se necesita superar la retórica, demandar cambios estructurales en el sistema de educación superior impuesto hace 20 años y avanzar en medidas que garanticen mejores condiciones de vida para los jóvenes que estudian en Manizales. Después de todo, muchos esperamos que estas generaciones sean las que cambien el país y construyan una nación justa, democrática y soberana.
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