Injusticia
Señor director:
No soy maestro pero sí comparto familia con varios docentes, los cuales con todo mi esfuerzo en mi trabajo de muchos años en mi ascenso laboral no he podido alcanzar ni la mitad de los logros económicos laborales ni los beneficios en salud obtenidos por las personas que están en el magisterio.
A pesar de sus quejas en su sistema de salud, es mil veces mejor que como estamos el resto con la mayoría de las EPS. De lejos son unas de las personas más privilegiadas en este país en cuestiones laborales y en salud.
Esos sistemas especiales son una injusticia con el resto de nosotros los otros trabajadores de otras ramas gubernamentales.
Atentamente,
Un lector
Revisión seria
Señor director:
A raíz del resultado del plebiscito del dos de octubre pasado, me tocó escuchar a ciudadanos adultos mayores cómo señalaban al expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez, con los términos más descomedidos, zahirientes y llenos de resentimiento, de ser el autor de la mayoría del No, diciendo que había sido el corolario de las mentiras y engaños sistemáticos, omitiendo tosudamente que quizá mejor fueron las mentiras, la egolatría, la prepotencia y la soberbia de estadista fallido del presidente Santos lo que llevó a más de la mitad del pueblo colombiano a tomar esa determinación soberana en dicho evento electoral. Además no faltó el columnista de El Espectador quien en vísperas del certamen plebiscitario llegó a decir que como la derrota de Uribe y su comparsa estaba asegurada, se le debería enviar de embajador a una de esa minidictaduras que existen en la lejana Polinesia de la profunda Oceanía. Más ironía y más sarcasmo no se podían dar, porque la parafernalia sobre el triunfo del Sí era un axioma. Todo esto nos dice muy claro que muchos no se equivocaron al opinar que la aprobación del Sí olía más a premio Nobel de la Paz que al deseo mismo de paz. Quieren olvidar así mismo los frenéticos promotores del Sí, que no fue solamente el expresidente Uribe el propulsor del No, sino que a su lado estaban también expresidentes como Andrés Pastrana; excandidatos presidenciales como la doctora Marta Lucía Ramírez y Óscar Iván Zuluaga; exmagistrados como José Gregorio Hernández, Jorge Arango, Jesús Vallejo, Hernando Yepes Arcila y exministros y exalcaldes como Jaime Castro, Pedro Medellín y Hernando Gómez, por citar algunos. No es, pues, el expresidente Uribe el temible Leviatán que muchos piensan de nuestro país, y a quien no le reconocen la hazaña de haber rescatado de los campos de concentración de las Farc, a cerca de veinte secuestrados civiles y militares sin disparar un solo tiro, encabezados por la excandidata Ingrid Betancourt, y por haber desmovilizado y sancionado a los llamados paramilitares. Por otra parte el expresidente Uribe ha dicho que no se trata de reiniciar diálogos desde cero, sino de revisar y enmendar cláusulas inconvenientes y violatorias de la Constitución Nacional. Para más abundancia en razones la Corte Suprema de Justicia y el Fiscal Nacional, se acaban de pronunciar en el sentido que la llamada justicia especial o transicional pactados en los acuerdos de La Habana, sí requieren de una revisión seria y de un replanteamiento. Este entendimiento tiene más de política que de otro orden, y si las Farc se aprestan a iniciar la senda de la actividad política, esta se realiza precisamente dialogando y por lo tanto las posibilidades de un consenso patriótico en esta crisis no podrá ser imposible si se deponen los conatos de odio, intolerancia y resentimiento, condiciones imprescindibles para que surja una paz de la Nacionalidad.
Cordialmente,
Rogelio Marulanda
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