Cuando el niño es víctima
Señor Director:
¡Cómo es posible que un niño sea negado por un padre! Será acomplejado de por vida. Será mal mirado por la sociedad. Estará expuesto a ser regalado, a ser, en una palabra, mal criado. ¿De qué nos extrañamos que haya delincuencia?
¡Cómo es posible que el niño sea castigado injustamente! Por unos padres acosados por el hambre. Por unos maestros que no lo comprenden. Por un Estado que le niega los derechos fundamentales. ¿Habrá injusticia mayor?
¡Cómo es posible que el niño sea víctima del robo o secuestro! Dios mío, en qué país vivimos cuando esto sucede. Y saber que esto es consecuencia de un Estado que no genera el empleo suficiente. ¿Acaso, no es el crimen de un sistema que se ufana de cristiano, pero es inequitativo en su gobierno?
¡Cómo es posible que el niño trabaje en vez de estudiar y descansar! Esto crea amargura y venganza. Esto crea miseria y atraso en un país. ¿Es que no poseemos un país rico en bienes?
Cómo es posible que 35 niños mueran quemados sin amparo y protección! Esto es una vergüenza ante el mundo civilizado. Esto es un crimen del funcionario que no previene, no controla y no sanciona. ¿Es que la ley no existe? pero con empleados más listos para cobrar que para ejercer debidamente, tenemos lo que tenemos.
Llevamos 200 años con ciudadanos que no ejercemos el papel que nos corresponde. Aquí caemos todos como culpables de buena o mala fe. ¡Aquí caemos todos por negligentes! Un desechable cae víctima de su vida degradante y solamente unos estudiantes de la élite social arman el escándalo. ¿Dónde se oyó al dirigente social, cívico y moral condenando este crimen y preocupado de remediar semejante mal?
Señores dirigentes, y al hablar de ustedes, me dirijo al político que legisla, al gobernante que administra y a la jerarquía eclesiástica que controla la moral, en manos de ustedes está la solución para que estos hechos dolorosos y trágicos no sigan ocurriendo. Ustedes son los dueños del poder y están en la obligación de legislar y hacer cumplir. ¡No más vestiduras rasgadas; necesitamos más acción y más orden!
Ernesto Quintero Gil
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