Reforma a la salud
Señor Director:
Causa desazón notar como, los candidatos en campaña, los medios de comunicación y otros actores de la vida cotidiana; le están dando prioridad uno A a la educación por encima de la salud que, me late la dejan en remojo con prioridad B.
Ambos campos son pilares fundamentales de la sociedad; pero, así le cueste a muchos entender, está primero y con creces la salud. Si miramos objetivamente, sin prejuicios y recapacitamos sobre la simple y lógica necesidad de estar vivo y sano, para poder emprender cualquier actividad en la vida de relación, inclusive la básica y primordial educación, tenemos que aceptar la premisa sin salud y vida no hay nada.
Debe ser motivo de preocupación para todos en la sociedad colombiana, la hecatombe que vive la salud, desde que copiaron e implementaron la ley 100 de 1991. Lo único que nuestros genios en política idean y emprenden con facilidad son las mentiras, los negocios degradantes, las trampas, la corrupción rampante y burlona en contra de la dignidad humana.
El médico era respetado y reputado como la tercera autoridad en los municipios después del alcalde y el sacerdote. Los políticos empezaron su banquete manoseando ese estudioso y muchas veces acertado personaje, cuando le ganaron la huelga al Seguro Social en 1976; instituto que fue muy bueno, solo que se lo robaron y con el correr de los años lo infiltró la corrupción.
La mayoría de los que hablan de la reforma a la salud, lo hacen de forma tímida porque invaden un terreno difícil de recorrer y conocer, por su gran extensión y porque se volvió fortín de ganancias de unos cuantos negociantes del dolor, de la necesidad y del bienestar ajeno.
Mi pensamiento, por complejo que sea el asunto, es que debemos empezar por las cosas simples. Dejarnos de tecnicismos y retomar un comienzo como debe ser, diseñado en forma sencilla con el único propósito efectivo que se llama paciente y no cliente. Hacer una reingeniería a toda la estructura desde el Ministerio hasta el más humilde de los centros de asistencia médica; recuperar los hospitales universitarios y propender por esa relación vital entre la Universidad y dichos entes, donde antiguamente solo se respiraba docencia y decencia; hacerse cargo del apoyo efectivo en instrucción y buenos salarios de todos los actores en un tópico que conlleva tanta responsabilidad, dedicación, abnegación y ética; hacer desaparecer las intermediarias E.PS. que convirtieron al paciente en un robot que automáticamente se le va la vida esperando citas, exámenes de laboratorio, decisiones especializadas, haciendo colas y teniendo esperas infames con su condición de enfermos.
Seamos honestos y volvamos por los fueros de los Servicios de Salud departamentales; nunca volver a abandonar o minimizar la salud pública, la medicina preventiva y esa piedra en el zapato en la que se les convirtió el buen apoyo, orientación y tratamiento de la enfermedad mental.
Sería muy extenso exponer todos los intríngulis que tiene nuestra profesión y su verdadero objetivo, la salud y la vida. Lo que sí tengo muy claro es que este ejercicio no puede privatizarse en un país tercermundista, se debe tener apoyo del Estado como lo tienen los militares para proveer seguridad y lo deberían tener los maestros para dar eficaz educación.
Fernando Ruiz Arango
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