Cárceles no son solución
Señor Director:
Estando tan vigente la discusión sobre el problema carcelario en nuestro país y en una sociedad que cree que la criminalidad se resuelve construyendo cárceles y aumentando las penas, es bueno dar una mirada a lo que significó y significa la privación de la libertad.
Pocos conocen el largo trayecto que hubo de transcurrir en la historia, para llegar hasta el hecho de consagrar como única pena por la comisión de un delito, la privación de la libertad. En la Edad Media fue muy difundida la ordalía, también conocida como juicio de Dios, donde se sometía a las personas a pruebas en la hoguera o bajo el agua y, en caso de sobrevivir, se entendía que Dios las consideraba inocentes.
Sin embargo, el humanismo, al propugnar por el respeto hacia la dignidad del ser humano, logró poco a poco que penas como el destierro, la tortura, entre otras, empezasen a sustituirse. Así fue, como de manera gradual, se fue consolidando la privación de la libertad como el medio más útil y “humano” para penalizar el crimen. Pero es notorio que actualmente la cárcel no es la mejor solución.
Nuestros dirigentes, al parecer, creen equivocadamente, que el derecho penal es la solución a todos los problemas, y que al aumentar las penas, disminuirán los delitos. Premisa que tiene en principio, dos problemas. En primer lugar, la condición de las cárceles de nuestro país no priva a los reos de la libertad, los priva también de la dignidad humana. Interesante sería ver qué responde un juez ante una tutela solicitando la libertad por la vulneración de la dignidad, más cuando las pruebas de la violación de esta última en los centros de reclusión son concluyentes.
En segundo lugar, en un mundo evolucionando constantemente, es tiempo de preguntarse si la cárcel, gran logro hacia la humanización de la pena, es actualmente la única solución para controlar el crimen. En una civilización tan monetizada, podría incluso pensarse que una multa sería más efectiva, en los casos que le ameriten, claro está.
Colombia se ha caracterizado por tener una tradición ‘Santanderista’ creyendo, así, que todo se resuelve con leyes. Decía Montesquieu que la cantidad de leyes es inversamente proporcional a la prosperidad de una nación; y quizás estaba en lo cierto. En Colombia se expiden a diario tal cantidad de normas, que es difícil estar actualizado. Pero con leyes que aumenten simplemente los años de prisión no se arreglará el problema. Debe establecerse una política integral donde la sanción sea tan solo una parte, pues hemos abusado tanto del llamado “músculo de la ley”, que tal vez ya carece de fuerza.
Felipe Zuluaga Gutiérrez
Estudiante de Derecho
Universidad de Caldas
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