Los buses de Manizales– segunda parte
Señor Director:
El doctor Pablo Medina Jaramillo recuerda los buses de los años cuarenta. Tenían aspecto de “chivas” por su carrocería de madera (no me gusta la expresión EN madera, como es de uso frecuentísimo hoy, no me suena bien) pero eran de pasillo central; la gente entraba y salía por una puerta situada en la parte delantera.
Había otros vehículos -sigue el doctor Pablo haciendo reminiscencia- de uso semiprivado o semipúblico, antecesores de las busetas, colectivos y microbuses: eran las famosas carriolas o carrioles, muy bonitas por su carrocería también de madera, pintada de colores claros y oscuros, como las tonalidades de ese noble material.
“La Lora” de la Universidad Nacional fue primero una carriola clásica y después le pusieron carrocería metálica de color verde. Funcionó durante muchos años.
Por su parte, el doctor Rodrigo Cardona Marín, con una vastísima experiencia como usuario del transporte público, recuerda las principales rutas urbanas: Galerías - Milán y Galerías - Fátima. También otra que bajaba por Chipre (¿Galerías - Chipre?), con un paradero en la mitad del recorrido entre la parte más alta y el parque Olaya Herrera, y otro en el cuartel de bomberos que estaba localizado junto al parque Olaya. Y la que iba al barrio El Carmen.
El doctor Rodrigo hace hincapié en el tema de las ventanillas de los buses y de las registradoras. Las ventanillas de los buses cerrados y de carrocería metálica eran de vidrio. Se subían y se bajaban a dos manos: a veces se atascaban y era imposible moverlas, por lo cual los pasajeros quedaban expuestos a mojarse cuando llovía “ventiado”; otras veces el parroquiano se machucaba los dedos en su forcejeo por moverlas.
Por lo que respecta a las registradoras (llamadas últimamente torniquetes) hay que decir que eran verdaderas trampas que estorbaban la salida, y barreras que entorpecían la entrada, más que todo a las personas corpulentas y obesas, las cuales difícilmente podían pasar. Afortunadamente en estos días las están sustituyendo por sensores electrónicos.
Añade el doctor Rodrigo que las primeras busetas llegaron en el año de 1972. Eran “ñatas” y tenían una sola puerta, circunstancia esta que determinaba verdaderos tacos o atascos cuando confluían dos corrientes de usuarios, los que intentaban salir y los que bregaban a entrar.
Hubo una época cuando a los estudiantes se les daba un carnet que significaba rebaja en el pasaje. Cuánto tiempo duró el sistema, no me acuerdo.
Finaliza el doctor Rodrigo señalando cómo “se tiraron” el barrio Campohermoso, otrora el más exclusivo de la ciudad. El factor desencadenante de la decadencia fue la instalación de la central de Socobuses a un costado del parque Liborio Gutiérrez, pues bien pronto los talleres de mecánica automotriz invadieron el marco del parque y las calles adyacentes.
Don Cecilio Rojas
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