Alarma por volcán
Señor Director:
Vuelve y juega nuestro volcán Arenas del Ruiz. Y con el volcán, regresan las conjeturas, los pronósticos de catástrofes y, por supuesto, la imprevisión en todos los órdenes, de parte de las autoridades, todas.
Nuestros periodistas ya se encuentran en la onda de recibir todo tipo de declaraciones, sin importar lo que en ellas venga, para divulgarlas por sus micrófonos sin medir el daño o las consecuencias de lo que el entrevistado diga o sienta, bien o mal informado, o bien o mal orientado.
Y es que, en este campo, la falta de orientación de parte de las autoridades, es causante de que lo que nuestras gentes aprecian, digan o sientan y de lo que los periodistas divulguen. Y no se trata de ocultar realidades o desconocer peligros o riesgos. No! Se trata de que las gentes sepan sobre el fenómeno lo que le corresponde en él. De tal manera, los habitantes en cercanías al volcán, deben tener una información sobre lo que deben hacer en un momento dado. La información para ellos debe estar relacionada con la atención que deben prestar a las señales de alerta y del seguimiento a las manifestaciones del volcán. Lo que diga un habitante de las cercanías al volcán, no debe ir más allá de lo que a las cercanías toca. Y lo que debe hacer un habitante de las cuencas de los ríos que nacen en los nevados, difiere en mucho de lo que corresponde al que vive en cercanías. Uno y otro pueden verse afectados seriamente por los fenómenos que se suceden, pero uno y otro deben actuar de manera diferente y en tiempos distintos.
Los que habitan en lugares cercanos, y en potencia de ser afectados, tienen que tener perfecta conciencia de lo que es un lahar. Del cómo actuar en el caso de una emisión de ceniza y de lo que lo afectará a él, a sus ganados, a sus cultivos, a su vivienda y el significado que para su vida tienen una alarma roja o máxima.
El habitante de regiones más distantes, debe tener conocimiento de las medidas que debe tomar en el caso de las emisiones de cenizas que llegan a la zona en la que habita. Muy seguramente para ese ciudadano no sea imperioso evacuar su residencia pero sí le será importante conocer los cuidados que debe tener con la acumulación de cenizas en el techo de la misma. Quizás deberá protegerse con tapabocas para no inhalar las partículas en suspensión en la atmósfera. Para no beber agua que potencialmente esté contaminada con arenas provenientes de la emisión de las cenizas. Del cuidado que debe tenerse al desplazarse por las vías públicas, dado que las cenizas operan como lubricante de las calles y andenes haciéndolas lisas y por ende peligrosas.
A quienes, olvidando las experiencias vividas hace 27 años, se ubicaron nuevamente en las cercanías de los cauces de los ríos, será necesario recordarles que en caso de una erupción y su consecuente deshielo, correrán la peor de las suertes, y que si bien en el entonces no se vieron afectados, ahora nada ni nadie les podrá garantizar que su suerte será igual.
Y, a las autoridades, que no olviden los sistemas de alarmas y las comunicaciones efectivas para que los habitantes de las zonas bajas sepan con tiempo sobre los riesgos que pueden sobrevenir en un momento dado. Y que, a la par con la seguridad en la información, estas personas conozcan cuál lugar es seguro para guarecerse mientras pasa la emergencia, cosa que en la anterior oportunidad no se hizo y, más que crear expectativa de eventos pocos probables, como en entonces sucedió, se dé la instrucción válida y preventiva acerca de los fenómenos que pueden sucederse, sin hacer dramas innecesarios, pero acercando a la gente al conocimiento de lo que puede suceder en un momento dado por su posición en relación con el fenómeno, por la historia vivida y por lo que el proceso puede originar.
Nadie debe peligrar si se tiene información cierta y oportuna y si se atienden instrucciones adecuadas para cada zona, puesto que no todas las regiones están igualmente amenazadas, lo que no quiere decir que haya alguna en el país que se encuentre libre de los efectos que el fenómeno puede traer.
Sin ser “apocalíptico y dramático” como se llamó en el Congreso de la República por un ministro, estemos alerta, y enterémonos, sin exageraciones pero sin dilación.
“El Periódico de Casa”, señor Director, bien puede ir transmitiendo, sin exagerar, de la mano de expertos, las recomendaciones a seguir en este caso y en los otros que a diario nos toca vivir y en lo que la pérdida de vidas humanas, por la imprevisión, debe dolerle a nuestra sociedad.
Del señor Director,
Hernando Arango Monedero
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