Por la esperada paz
Señor Director:
El grito de alerta que acaba de lanzar el senador Jorge Enrique Robledo, en su columna del Diario “LA PATRIA” del pasado 7 de enero, relacionado con el futuro que espera al pueblo colombiano con respecto a la extranjerización de las tierras rurales en nuestro país, merece toda la atención y análisis cuidadoso de parte del Gobierno Nacional, y de manera especial de los congresistas del Partido Liberal, que aunque terratenientes muchos de ellos, tienen la obligación de defender el territorio colombiano, impidiendo que la compra de miles de hectáreas de tierras rurales facilite aún más la concentración de nuestros territorios en manos de unos pocos extranjeros y deben hacerlo además con prontitud, porque es obligación del Estado y de todos aquellos liberales que deben conocer la Plataforma Política del Partido Liberal Colombiano, y sobre todo lo que tienen que ver con la función social de la propiedad y de la promoción, defensa y uso racional y sostenible de la biodiversidad y acceso de la población a los bienes del territorio patrio.
Es de mucha actualidad el escrito del senador Robledo, máxime si tenemos en cuenta que los planteamientos que tienen que ver con la Reforma Agraria y, la problemática de los campesinos, ocupan lugar prioritario en la agenda que por estos días se está discutiendo en La Habana-Cuba entre la guerrilla de las Farc y la Comisión de diálogos del gobierno que encabeza con gran espíritu conciliador el exvicepresidente de la República Humberto de la Calle Lombana.
Como lo urgente toma prelación sobre lo importante, debo manifestar que nuestra representación en Cuba, tiene suficientes argumentos para la guerrilla, en la búsqueda de la esperada paz, si tenemos en cuenta que el presidente Santos es conciliador y que el campo colombiano durante los últimos 40 años del siglo anterior, respondió a las exigencias del crecimiento nacional, y sin margen de error puede afirmarse que la futura producción de alimentos será suficiente si aprovechamos todas las tierras disponibles, con técnicas modernas, semillas mejoradas y además cuando con una efectiva ayuda del gobierno, todas las que tengan problemas de inundaciones, riesgo o inseguridad, y si el Estado proporciona al agricultor adecuada orientación e incentivos suficientes que permitan estimular a los más desprotegidos.
Nos queda, como problema básico y más agudo, urgente e inaplazable, el de cómo mejorar las condiciones de vida del pueblo cuya solución requiere, como es obvio, la constante creación de empleos para ocupar la creciente fuerza del trabajo. La creación de empleo en las ciudades proporcionará mayor demanda efectiva para los productos de los agricultores. La opinión pública concuerda en la inaplazable urgencia de proporcionar ocupación a la población joven que anualmente se incorpora a la fuerza disponible de trabajo, pero no hay total acuerdo sobre si estos empleos deben crearse fuera de la agricultura, ni mucho menos sobre si debe haber un traslado neto de trabajadores del sector rural hacia el sector urbano, lo que requiere que las estructuras sociales se preparen para facilitar las labores de adaptación del campesino a las nuevas modalidades de vida.
Quienes no están de acuerdo con este último planteamiento, argumentan que, como la mayoría de los campesinos tienen un muy bajo ingreso, apenas de subsistencia, la solución consiste en aumentar su producción. Indudablemente esto puede alcanzarse con el mejor aprovechamiento de las tierras: la concentración parcelaria para resolver el antieconómico minifundio y con la dotación al campesino de crédito suficiente y semillas mejoradas.
Este es uno de los objetivos fundamentales de una verdadera Ley de Reforma Agraria, y creo que ya nadie en el país duda de que debe hacerse el máximo esfuerzo posible para acelerar su aplicación.
En síntesis, el problema de las tierras que merecen otro capítulo, constituye, parte esencial de un programa de gobierno que aspire a solucionar la no fácil problemática de la concentración de la tierra en beneficio de unos pocos en detrimento de la mayoría de compatriotas que aun siguen siendo perseguidos y explotados.
Por eso el Partido Liberal que tradicionalmente ha sido el defensor de los más débiles y amigos de la equidad y la justicia, necesita comprender los alcances del pluralismo, la globalización y sus repercusiones en la vida común de las gentes y las oportunidades que ofrece para alcanzar mejores índices de desarrollo, comprendiendo la prioridad que hoy tiene el reconocimiento, respeto y ejercicio responsable de los derechos de todas las personas.
Mario Amariles Ruiz
Vicepresidente Directorio Liberal de Caldas
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