Manifiesto por la vida
Señor director:
Me encuentro perplejo, aún con esa fría imagen en la mente, la de un hombre frente al volante con la cabeza inclinada al frente y un impacto de bala al lado izquierdo de su cabeza, es una imagen fuerte, triste, desesperanzadora y que me llena de nostalgia. Me pregunto ¿Qué pudo haber pasado en la vida de ese hombre para que esta terminara así? ¿Por qué lo hicieron? ¿Quién pudo ser tan inconsciente de cometer dicho acto atroz? Es penoso y triste saber que en pleno siglo XXI se irrespete la vida de esta forma, que en plena vía pública, en un lugar completamente concurrido y central se atente contra la existencia, el ser y los sueños de una persona, del que suena más allá.
En primer lugar no lo creí, ¿Cómo es posible que en una ciudad tan tranquila sucedan este tipo de cosas? El sicariato era un fenómeno común en diversas ciudades de Colombia, Pereira, Medellín, Cali, entre otras se encontraban plagadas por malhechores armados de revólver, metralla o armas automáticas, en las RX 115 o las DT se desplegaban a gran velocidad dúos de jóvenes sin futuro, cuyo único objetivo era plantar las balas bendecidas por María Auxiliadora en los cuerpos de deudores, capos o rivales.
Sin embargo, al escuchar los cuatro disparos, el acelerador de la moto y los gritos de la multitud, luego de la pregunta por el ¿Qué pasó? Llegó la curiosidad, ese frío morbo de saber qué ha sucedido alrededor. El resultado fue desesperanzador, un automóvil estático, rodeado de policías y mirones, la pregunta por si había muerto, por si había esperanza, por si llamaron una ambulancia y por la persecución de los victimarios.
Las respuestas fueron desesperanzadoras, los sicarios habían logrado huir en una moto, no habían sido perseguidos y por lo visto tampoco capturados, el caos se apoderó de las dos vías principales circundantes al estadio Palogrande, la ambulancia tardó eternidades en llegar y el hombre después de cuatro descargas era casi imposible que se hubiera salvado, me pregunto en este punto en un ejercicio de alteridad ¿Qué pasaría si hubiera sido yo, mi hermano, mi primo, mi padre o mi tío? La muerte es una realidad que nos golpea a todos, sin embargo no de esta manera tan violenta, ¿se habrá preguntado el asesino por la familia de esta persona, por sus padres, sus hijos? ¿Qué harán al no ver regresar a ese ser querido a su casa de nuevo?
Todo ello es la duda existencial que me asalta, la nostalgia pesa, no conocí a ese hombre, puede que nunca lo haya visto pero aun así me duele, me duele esta humanidad donde se compra y se vende una vida por unos cuantos pesos, donde el ciudadano de manera irrespetuosa toma fotos y videos al cadáver, casi al punto de hacerse selfies sonriendo. Esta es la monstruosa frialdad de hoy en día, la era de las comunicaciones, la supuestamente más racional e inteligente pero vacía, donde la información va y viene por las redes sociales pero no se mide el verdadero fondo de todo ello, el hombre se convierte a través de las redes en un ser amarillista, mostrando todo tipo de imágenes escabrosas y haciendo burla de ello, por lo cual creo hemos perdido la conciencia.
Por tanto, la invitación es a reflexionar sobre estos puntos, sobre el valor de la vida, de las personas, por el criminal mismo que no es más que un peón que se vende a un gran postor, alejado de la moral y la ética por ser un excluido de unas buenas condiciones de existencia, pues el delito en si es una manifestación de todas esas fallas del sistema frente a un individuo que no se acopló a las normas y a la vida en sociedad, es la muestra de que la exclusión social, la pobreza y el trato desigual frente a determinados grupos de la población solo generará episodios cruentos y sangrientos.
Es por ello, que fenómenos como el sicariato no deben ser tratados con prohibiciones irracionales como la del pasajero masculino en motocicleta, sino que debe ser arrancado de raíz, el problema se debe tratar de base haciendo un fuerte hincapié en la superación de las condiciones indignas de existencia de las personas, haciendo que los jóvenes en situación vulnerable tengan igual acceso a oportunidades laborales y educativas que los que se encuentran en mejores condiciones económicas, puesto que un niño preferirá jugar y vivir una vida feliz que disparar.
Juan David Vélez
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