Dice el Papa Francisco que “los chismes matan” y añade que cuando se habla mal de alguien “se vende” a esa persona, se hace de ella una “mercancía”.
Pero, cuán buenos son los chismes, cuanto disfrutamos en nuestras coloquiales charlas despotricando de los demás, comentando defectos, dando rienda suelta a especulaciones, a medias verdades, a habladurías; sin ponerlo en duda, podemos pasar horas en el gustoso pasatiempo de murmurar, de estar viviendo la vida de los otros.
Es tan rentable “rendijiar” la vidas ajenas que la televisión tienen programas o secciones especializadas para descubrir las intimidades de los famosos y estrena continuamente realities, la prensa escrita ha creado impresos dedicados al sensacionalismo amarillista, Mark Zuckerberg cada día se enriquece más con el hipnotizante facebook y TV y Novelas es la revista más leída del país. La mismísima Palabra de Dios dice que los chismes son deliciosos manjares; penetran hasta lo más íntimo del ser.
Pensando en la razón por la cual nos atrae tanto chismorrear, creo que esta radica en la necesidad de ponernos por encima de los demás, cuando descalifico al otro necesariamente me ubico en posición de superioridad, inmediatamente me siento y me presento como mejor a esa persona que cuestiono o juzgo, las habladurías disparan mi imagen en la medida que empobrezca la fama de los otros. También el demeritar a los otros puede excusar nuestros malos comportamientos, porque si zutano lo hizo porque yo no.
En todo lugar vamos a encontrar chismosos profesionales, son tantos que recuerdo que decían de un pueblo donde trabajé que allí no se podía entrar la guerrilla por miedo a que la metieran en un chisme. La experiencia me dice que a los chismosos hay que dejarlos que hablen mal de uno en paz, se pierde tiempo enfrentándolos, pienso que tarde o temprano Dios hace justicia, el infierno para “los paparazzi” es gigante.
Cuando nuestra reputación es puesta en duda eso nos sirve para crecer en humildad, para purificar nuestros orgullo, para bajarnos del pedestal en que nos hemos subido, para recordar lo que realmente somos, para aprender a no tomarnos tan en serio.
En mi caso, cuando por ahí me han inventado un bebe, sostengo que no conozco la afortunada, y cuando han dicho que soy muy “pinchao”, eso no es chisme esa es la purita verdad. Los dejo porque me muero de ganas por ver el beso de Miley Cyrus a Katy Perry, aunque para ser sincero jamás he escuchado una canción completa de alguna de ellas.
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