Un año del pontificado de Francisco y los récords que bate sorprenden; las apariciones públicas a reventar, acumula millones de seguidores en el Twitter, amado por casi todos, paraliza con su carisma, estimula con su sonrisa, declarado personaje del año ha acaparado hasta las portadas de revistas seculares.
Es sencillo en las formas, desde como se expresa hasta en como se viste, no elucubra, es preciso, no hace del evangelio una ideología busca hacer vida la Palabra en la que cree. Más allá de lo mediático ha demostrado capacidad de ejecución al enfrentar la reforma de la curia vaticana y refrescar el lenguaje con el cual la Iglesia debe llegar a los fieles, los escándalos no le asustan y ante preguntas incómodas responde sin miedo, sin ínfulas, sin dogmatismos.
Así de simple fascina y sorprende el Papa. No la ha tenido fácil, los enemigos externos buscan infructuosamente en el pasado para enlodarlo, lo enemigos internos solapadamente lo critican y es que los cambios no son nada fácil y los que se desgastan en comparaciones olvidan que la Iglesia de Cristo es guiada por hombres, no por robots, ni por clones.
La franciscomanía hace que los católicos saquemos pecho y el anticatolicismo por estos días anda como herido. Pero, detrás de toda esta romería se cocina un gran peligro, una gran tentación y es en la de quedarnos en el personaje, en su fama, hacer de él un mito, un semi-dios, pasar de una admiración sensata a una franciscolatría, él mismo lo expreso en estos día en una entrevista cuando dijo: “No me gusta la idea de cierta mitología del papa Francisco. En toda idealización hay una agresión...” “Pintar al papa como si fuera un superman, una estrella, me parece ofensivo. Es un hombre que ríe, que llora. Duerme tranquilo y tiene amigos como toda persona normal”.
Sentirse orgulloso del Papa está bien, pero, está mejor preguntarnos si hemos tomado en serio lo que nos ha dicho: Simplemente para evaluar: ¿Seguimos los clérigos oliendo a Paco Raban o a Hugo Boss más que oveja? ¿Alguno de nuestros obispos si han decido desmontarse de automóviles de alta gama, han dejando atrás todos esos arreos que los hace ver vestidos como para la corte? ¿Los jóvenes católicos en verdad están haciendo lío, están saliendo a la calle para ser ser testigos de Cristo en el mundo? ¿Si recordamos que la comida que se tira a la basura es el alimento que se roba al pobre, al que pasa hambre y que el dinero debe servir y no gobernar?
El Papa no es la Iglesia, ni la Iglesia es el Papa, todo bautizado está llamado a la construcción del Reino queriendo vivir en santidad cada instante de la vida.
De postre
Como simple anécdota, que seguramente alimenta la egoteca, la semana pasada en el encuentro con los sacerdotes de Roma, prácticamente me colé al final de la audiencia en la fila de los que lo podían saludar, en medio de la sorpresa, de la emoción, de los rezos para que no fueran a detectar como un intruso preparaba las palabras que al final logre decirle: Santo Padre, lo quiero mucho, soy colombiano, y le pido un abrazo, abrazo con el que me sentí amado, abrazo que me supo a misericordia, abrazo que cambió mi vida, abrazo que será igual al que Jesús me dará en la eternidad.
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