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La ventana que se abre para que haya un nuevo alto al fuego de Israel en Gaza, gracias a la mediación de Egipto, abre una nueva esperanza para las víctimas del conflicto, tanto para los palestinos que han visto morir a 34 mil congéneres, como para los propios israelíes, que esperan ver el regreso de sus seres queridos, secuestrados desde hace casi siete meses por miembros del grupo terrorista Hamás. A pesar de los extremismos que toman las decisiones hoy en esos territorios, aupados por nacionalismos caducos de lado y lado, es necesario apelar al pragmatismo, que consiste en que las diferencias no impidan encontrar soluciones para ambos bandos y se imponga una paz duradera.

Los más recientes acontecimientos involucraron a Irán e hicieron temer por una escalada, algo que puede traer todo tipo de situaciones límite. La contundencia con la que reaccionó el Estado judío ante el aleve ataque indiscriminado de Hamás en su territorio y que dejó unas 1.200 víctimas ha sido a todas luces desproporcionado y se han denunciado excesos de la fuerza y el hallazgo reciente de fosas comunes parece demostrarlo. La justicia internacional deberá encargarse de dilucidar estos hechos, pero no se puede olvidar a las víctimas dejadas por el terrorismo de Hamás. Humanizar la guerra es una paradoja, pero cuando se dan extremos como estos, nos recuerda que a ella debemos acudir para hacer lo menos tortuoso posible el padecimiento de quienes sufren las consecuencias de estos actos.

Lo que sucede hoy en Gaza deriva de muchas causas y en un recorrido histórico, que ha generado todo tipo actuaciones en ese territorio durante años, pero son esas situaciones las que han alimentado los extremismos que hoy gobiernan allí. La imposición del grupo terrorista frente al ala política en Palestina y en Gaza llevaron a decisiones extremas como la arremetida que derivó en la contraofensiva, que al ser tomada por el radicalismo de las fuerzas que acompañan a Netanyahu han llevado al arrasamiento de Gaza. Es lamentable que sean los halcones los que tomen las decisiones y sea tan difícil lograr convivir como lo venían haciendo muchas personas en esos lugares.

Estos diálogos deben fructificar en aras de salvar vidas. Eso es lo que debe imperar. Que los secuestrados regresen a su territorio con vida y es hora de abrir espacios a posiciones menos radicales que permitan un diálogo posible, y esto debería darse con personas que piensen más en el bien común, que en imponer sus maneras de pensar. El ingreso de ayuda humanitaria a Rafah es fundamental, como lo pide la comunidad internacional, pero dejar de acolitar el terrorismo también, como es necesario en este punto.

Israel no puede abusar del compromiso moral que han asumido por su existencia Alemania, Estados Unidos, Reino Unido y otras naciones por su sufrimiento, pero Palestina tiene también que entender que para convertirse en Estado autónomo se requiere que tenga capacidad política y abandonar las alianzas non sanctas que les impiden a los moderados llevar al territorio por una senda posible de concordia. Es tiempo de diálogo de salvar vidas y de pensar en un oriente próximo posible para todos sus habitantes. Su paz, es la paz del mundo.