La privacidad y seguridad informática no son más que una quimera, de acuerdo con las revelaciones que se tienen acerca del uso de datos personales con fines políticos que ejecutaron Facebook y la empresa de análisis de datos Cambridge Analytica, por lo menos en las votaciones del Brexit en Inglaterra, y en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos en el 2016. Las investigaciones de los diarios The Observer y The New York Times, con la ayuda del denunciante Christopher Wylie, dejaron en evidencia que la información de unos 50 millones de perfiles de la red social más popular del mundo fue utilizada abusivamente sin que los usuarios lo supieran. La respuesta oficial de Facebook al respecto ha sido demasiado destemplada.
Lo ocurrido vincula de manera directa a la campaña de Trump con el uso irregular de los datos, ya que Cambridge Analytica (fundada, entre otros, por el exasesor de la Casa Blanca Steve Bannon) y su CEO, Alexander Nix, aportaron sus conocimientos acerca del pensamiento de los potenciales votantes para ayudar al magnate inmobiliario a ganar las elecciones. Lo claro es que hubo un aprovechamiento de los resultados de la prueba llamada "thisisyourdigitallife" ("estaestuvidadigital" en español), con la que se solicitaba permiso para acceder a la información personal y a la de la red de amigos, con base en un test elaborado por el profesor Aleksandr Kogan, de la Universidad de Cambridge, quien desarrolló ese proyecto de manera personal, ajeno al reconocido centro de educación superior.
El problema es que quienes dieron las autorizaciones no sabían que con ello estaban permitiendo que se recolectaran los datos de sus contactos, que luego Kogan vendería esa información a la empresa de Nix y que así se violarían los mínimos principios de privacidad que pregona defender Facebook en su plataforma. Hoy es evidente que además de la información personal se tuvo acceso a las actualizaciones de estado, a los "me gusta" y hasta a los mensajes privados, lo cual ayudó a conocer la mejor manera de influir en el pensamiento de muchas personas, así como el contenido, el tema y el tono que debían usar en cada caso. No es creíble la respuesta de Cambridge Analytica en el sentido de que al tener conocimiento de cómo Kogan obtuvo los datos decidió borrarlos en el 2015.
Las primeras consecuencias de lo ocurrido se expresaron en la caída vertiginosa del precio de las acciones de Facebook en Wall Street a comienzos de la semana, y la citación de Mark Zuckerberg, dueño de la red social, a explicar lo ocurrido ante el Congreso de los Estados Unidos, el parlamento inglés y ante la Unión Europea. No es posible todavía avizorar la profundidad de las consecuencias de tales hechos, pero evidentemente hay una gran pérdida de credibilidad acerca de la seguridad informática y la protección de los datos personales en esa red social, lo que sumado a la proliferación de noticias falsas allí deja en condiciones muy precarias la confianza que se le podría otorgar hasta ahora a quienes administran Facebook.
En nuestro entorno lo inquietante es que está demostrado que la empresa británica que hoy está en el ojo del huracán al lado del gigante de la interactividad por internet también ha tenido contactos comerciales en nuestro país, y ante la cercanía de las elecciones presidenciales aparece el riesgo de que se haga lo mismo con los usuarios colombianos de esa red y se termine usando de manera inadecuada la información y manipulando la opinión, para llevar a los votantes a inclinarse por una propuesta determinada. En el caso de la campaña Trump la estrategia consistió en identificar a los votantes para orientar anuncios específicos. Lo más complejo del problema es que esto llevará, sin duda, a hacer más estricta la regulación frente a la información que circula por internet, y un daño colateral podría desembocar en censura.
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