Un país no puede darse el lujo de jugar con las cifras que miden cómo va su economía sin exponerse a que el golpe en la credibilidad termine generando incertidumbre y pesimismo, pésimos insumos para el crecimiento y el desarrollo. Por eso, resulta tan inconveniente la disputa entre el director del Banco de la República, Juan José Echavarría, y el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, donde el segundo le echa gasolina al fuego en lugar de sofocarlo.
Desde que el Banco de la República funciona de manera autónoma y con criterios eminentemente técnicos, sin depender del Ejecutivo, se han logrado resultados favorables en la política cambiaria, regulación de la tasa de cambio y en control de la inflación. No hay que ser un gran experto en economía para entender que si hay un ambiente político enrarecido eso puede tener efectos en el nivel de confianza en la estabilidad jurídica y económica de un país, lo cual puede frenar el crecimiento. Así que advertir que la polarización en la que nos hemos enfrascado los colombianos tiene estancada la economía es una conclusión con mucha lógica. Más cuando el desempleo también va en ascenso.
También resulta inconveniente que cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) sean cuestionadas por mostrar un panorama más positivo del que percibe la junta directiva del Banco de la República. Ahora bien, hay que recordar que fue la actual dirección del DANE la que empezó a poner en duda cifras de esa misma entidad, resultado de análisis hechos durante el gobierno pasado, empezando por el propio censo poblacional del que todavía no se tienen datos consolidados. Tales actuaciones abrieron la puerta, como nunca había ocurrido antes, a que la credibilidad en las cifras de esa entidad pudiera ser cuestionada.
Mientras que el Banco asegura que en el primer trimestre del 2019 la economía colombiana creció 2,3%, quitando factores estacionales, recientemente el DANE dijo que tal crecimiento fue del 2,8%. Tales incongruencias deben revisarse y resolverse de manera técnica, sin permitir que las discrepancias personales o las diferencias políticas que han llevado a la polarización resulten imponiendo números con manto de dudas. Es urgente recuperar la confianza en las estadísticas y fortalecer la protección de la institucionalidad que históricamente nos ha entregado datos que han sido insumo de decisiones vitales para el país.
La iniciativa para recuperar la calma y establecer un escenario de conciliación científica de las cifras debe ser del Gobierno, que es el responsable principal de la estabilidad del país en todos los ámbitos. Una reacción en otro sentido solo profundizará el pesimismo y encontrará efectos perjudiciales para todos los colombianos; lo que hay que hacer es calmar las aguas en lugar de exacerbarlas, si en realidad queremos cantar victoria al final del año con un crecimiento del 3,6%, como lo pretende el gobierno. Para ello, lo fundamental es que mejore el clima de inversión y la confianza para el consumo interno.
Si es cierto que industria, comercio, ventas de carros, confianza empresarial e industrial e inversión extranjera directa, entre otros, crecen bien, debe trabajarse para que su dinámica se mantenga e incremente, con medidas para que los colombianos volvamos a ser optimistas, en lo cual no caben nuevas trifulcas. En lo referente al DANE, debemos esperar que también conserve independencia del Ejecutivo y solo se pronuncie en forma técnica, sin dejarse llevar por la marea polarizante. Planeación Nacional asegura que el PIB de Colombia crecerá 4,5% en el 2022, que el desempleo descenderá a 7,9% y que la pobreza caerá del 27% al 21%. Ojalá todo esto pase, pero para lograrlo el Ejecutivo debe ser factor de unión, no de nuevas confrontaciones.
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