Hasta hace algunos años la torre Shanghay era el edificio más alto del mundo con sus 632 metros, pero desde hace diez años pasó a ser el rey de la altura en el mundo el Burj Khalifa, situado en Dubai (Emiratos Árabes Unidos) con sus 828 metros de altura y 163 pisos, casi tres veces más alto que la torre Eiffel y 720 metros más alto que nuestra Catedral de Manizales.

Aquí es justo admirar la Catedral y además las carreteras, los caminos, los edificios, las casas, los conjuntos habitacionales, los puentes y el mantenimiento del campo en su constante producción agrícola. Todo esto está ahí gracias a la labor de hombres y de mujeres trabajadores (as) incansables. Operarios de majestuosas obras son los obreros, sin los cuales los ingenieros contratistas, los arquitectos no pasarían de sus maquetas y proyectos. Los trabajadores son artistas que hacen posible a los elementos naturales tomar formas, hacer maravillas, posibilitar el placer andariego de los humanos y animales, así como de vehículos en avance.

A veces me pregunto por qué un obrero que construye casas no tiene una para su familia, por qué en los altos edificios que construye con la fuerza de sus manos y el sudor noble de su labor no es heredero de un rincón para vivir dignamente, por qué sigue en tanta pobreza cuando a diario recoge de los sembrados alimentos para los demás. Es evidente que el aspecto laboral merece más eficacia para lograr que el trabajador, el obrero llegue a vivir dignamente y tener, como lo debemos tener todos, el acceso y posesión de los derechos fundamentales para un progresivo existir.

Claro que en justicia hay que reconocer que sí hay proyectos de vivienda en los cuales el que construye logra tener su casa, recibir las llaves de su vivienda. Instituciones como el Minuto de Dios a nivel nacional y la Fundación Betania en nuestra localidad son referencias reales de cómo quien construye logra su vivienda, la educación para sus hijos, vivir feliz en un hogar noble y recto. Es justo reconocerlo, aunque a algunos les parezca “fanatismo” por ser obras de la Iglesia desde hace años.

Reconocimiento a la clase obrera, pero llamamiento para que sin tanta dilatación le sean reconocidos sus derechos, gratitud por su labor grandiosa. Ojalá no olviden que desde Nazareth un taller obrero se convirtió en altar de obras hermosas y convivencia de amor.