Cada vez me convenzo más de la enorme importancia y de lo estratégica que es la buena comunicación; partiendo de la base de que somos seres sociales por naturaleza y que, por obvias razones, para interactuar entre unos y otros requerimos de una buena comunicación; que sea clara, fluida, oportuna, honesta, empática, con el tono apropiado y por los canales adecuados. Y cuando me refiero a una buena comunicación, me estoy refiriendo a que sea realmente buena en todos los aspectos y en todas las interacciones que tengamos. Desde la más simple hasta la más compleja; recorriendo todos los escenarios en los cuales nos movemos. Debe ser el fundamento del adecuado relacionamiento, porque como bien lo ha manifestado Frank Luntz en su famoso libro La palabra es poder, “lo importante no es lo que dices, sino lo que la gente entiende”.
Para que esto se dé, es fundamental tener muy en cuenta los dos elementos esenciales de la comunicación; por un lado, la transmisión del mensaje y por el otro la recepción de este, que no es otra cosa que escuchar; lo cual, como lo manifestaba en escrito anterior, para que se haga de manera adecuada se debe hacer con sumo interés, es decir, escuchar para entender y no para responder. La mayoría de las veces que estamos en una conversación, no prestamos el suficiente cuidado a nuestro interlocutor, porque simplemente estamos pensando en nuestra respuesta para estar adelante en la discusión, y esto impide que se logre un diálogo constructivo. Si hacemos conciencia de esto, tendremos conversaciones verdaderamente enriquecedoras.
Otros dos escenarios en los cuales la comunicación tiene especial relevancia son el familiar y el social. En el ámbito familiar cuando la comunicación se deteriora, literalmente se cortan los circuitos y la relación familiar comienza a atravesar grandes dificultades, razón por la cual es fundamental generar espacios permanentes de diálogo, en los cuales la confianza y la honestidad sean el marco en el que se den. Socialmente, las relaciones se promueven, crecen y se conservan gracias al permanente uso de una buena comunicación, fundamentada siempre, de manera fluida, en la empatía y la sinceridad.
Por otro lado, el reto de la comunicación en las organizaciones es enorme. Es imperativo que las empresas asuman con mucha responsabilidad sus comunicaciones, teniendo especial cuidado en difundir lo que hacen, cómo lo hacen y para qué lo hacen. Por ningún motivo debemos olvidar que lo que no se comunica no se conoce y lo que no se conoce es como si no existiera. De hecho, hay empresas sumidas en grandes inconvenientes por no tener una buena comunicación y otras que, con una muy buena gestión, terminan siendo mal calificadas simplemente por el hecho de no hacerlo o de hacerlo mal.
Finalmente, debemos tener presente que la información que recibimos diariamente nos llega a través de la comunicación, razón más que suficiente para ser muy selectivos con las fuentes a las cuales acudimos. Debemos evitar caer en el error, muy común hoy en día, de dar por sentada información que nos llega sin rigor, sin fundamento y sin haber sido constatada, en su gran mayoría a través de las redes sociales; de ahí el riesgo al cual estamos sometidos cuando las tenemos como fuente principal. Peor aún ahora que nos encontramos en medio de escenarios en los que irresponsablemente se está normalizando la difusión olímpica de mentiras y de verdades a medias, lo que termina deteriorando sustancialmente la confianza y el optimismo. Por todo lo anterior, quiero invitarlos a que le pongamos especial interés a la forma como nos comunicamos. Si logramos hacerlo con honestidad, rigor y empatía habremos avanzado un montón, logrando que nuestras relaciones sean más poderosas y duraderas.