Hay un dato parcialmente ignorado derivado de las publicaciones, tanto las científicas como aquellas que brindan información general, que consiste en identificar cuáles de los artículos que han sido publicados debieron ser rechazados porque contenían información no veraz o los análisis de los documentos fuentes no fueron tratados con el rigor que debía imperar.
Quedan fuera de esta línea aquellos mensajes o comentarios provenientes de sistemas entregados sin límites al público, el cual tiene una gran avidez por temas relacionados en la vida común de las personas, existiendo contenidos más difundidos como los políticos, económicos, sociales, religiosos y cualquier otro que imponga la actualidad.
No hay ningún medio exento totalmente de riesgos en la información, el manejo de datos o el tratamiento de ellos. Los medios académicos parecerían siempre protegidos contra la falacia de cualquier clase y ello no es cierto, aunque esas publicaciones extreman las medidas para evitar sofismas promovidos por una mala intención o fruto de un pésimo análisis motivado por múltiples causas.
A mayor cantidad de investigaciones y éstas tributarias de artículos científicos o documentos resultantes, para ser empleados en conferencias, el riesgo de fraude es mayor. 
Una información en Nature, conocida la semana anterior revela que se han producido en el planeta más de 10.000 retractaciones científicas, durante el año 2023. El número es escandaloso porque implica una elevada cifra de documentos que pueden considerarse falaces, en distintos segmentos.
Las revistas que más aportaron a esta cifra son aquellas agrupadas en el sello Hindawi, las cuales son protegidas por la prestigiosa editorial inglesa Wiley.
Para sostener el término aterrador, hay que revisar los antecedentes de las invalidaciones a través del tiempo: En el 2013 fueron menos de 2.000 y este año hasta el 8 de diciembre, se contabilizo la cifra enunciada.
La editorial ha comenzado a adoptar medidas comenzando por cerrar títulos de revistas implicadas lo que le costaría una pérdida de 140 a 160 mil millones de pesos colombianos. Ello no es poca cantidad tratándose del tema de la erradicación y control de documentos académicos de conocimiento ilimitado. 
Para medir el impacto de una investigación se recurre a identificar las veces que el artículo es citado por otros investigadores en sus propias publicaciones, dando crédito a lo que han obtenido otros. Ello significa que la investigación nueva y los artículos derivados pudieran partir de premisas falsas, lo que supone una cadena de errores,  que hace imposible determinar en un momento dado el impacto final.
El número escueto de 10.000 podría no significar nada; pero, cuando se relaciona con el dato total de publicaciones se entiende el peso de la falsedad detectada. Hay países como Arabia Saudita en donde por cada 10.000 artículos publicados se encontraron 30.6 de ellos con falsedades, le siguen los analizados procedentes de Pakistán, Rusia, China, Egipto, Malasia, Irán e India con 15.2
Globalmente el informe expresa que el 0.2%, muy alto, de los artículos tienen problemas de falacia derivados de sus autores o coinvestigadores. Pero la cifra se vuelve inmanejable cuando las detecciones objetivas, realizadas por estrictos revisores, identifican el hallazgo a nivel mundial, en los últimos años, 50.000 documentos con contenido falaz. 
La inmensa duda expresada por pares académicos serios indica que la cifra es apenas la punta del témpano del problema. Muchos autores emplean palabras que tratan de encubrir los problemas que tienen los documentos comenzando por el plagio.
No se pueden olvidar las industrias de artículos, empresas (¿Caldas?) que venden trabajos falsos y autorías a científicos; ello es diferente al hallazgo de publicaciones con datos verdaderos y originales, pero con deficiencia científica. Estas fábricas son peligrosas porque enmascaran documentos válidos.
No todo lo que aparenta ciencia es oro.