Estábamos en San Pedro de la Sierra, curioso pueblo de 270 casas y 1.300 habitantes. Uno de los encantos del pueblo es que está construido en un filo de la montaña. Cuando digo filo no es como Manizales. No, es un filo-filo, lo que quiere decir que solo hay una casa a lado y lado de la única calle del pueblo, porque lo demás son barrancos, de modo que la vista del pueblo desde lejos es espectacular y cuando lo mirábamos por la noche, desde bien arriba de la montaña y desde los 3.000 metros, la iluminación lo muestra como una sola serie de luces.
En 1975 el gobernador militar de la zona le puso al pueblo el nombre de San Pedro de la Sierra. A los campesinos del interior que colonizaron el pueblo les tocó vivir la bonanza marimbera (1976-1985) que les dejó mucho dinero, luego el conflicto armado de las Farc, y valientemente supieron sobrellevar la terrible época. Ya antes habían vivido la violencia partidista en la época del bandolerismo. Los jóvenes del pueblo y de las fincas vecinas se empeñaron en convertir al pueblo en un paraíso. Y lo han logrado. Los habitantes y campesinos son acogedores y amables en grado sumo y el pueblo goza de un clima envidiable entre caluroso y fresco.
Para completar la historia del pueblo, cuando bajábamos de la montaña el conductor del vehículo nos contó cómo hicieron los habitantes de la región para resguardarse del covid. Se unieron con San Javier, otro pueblo similar que se encuentra en otro filo relativamente cercano a San Pedro y decidieron cerrar los pueblos. Nadie entraba y nadie salía. Para ello una patrulla de habitantes vigilaba la carretera. Solo salían los que tenían alguna urgencia comprobada y por supuesto los vehículos que traían las provisiones de Santa Marta. De esta manera nadie murió de covid en esta región.
Desayunamos en un restaurantico de San Pedro, que por el frente mira a la calle y por detrás a un abismo. Wilson Álvarez nos ahorró un tramo durísimo, pues decidió que la camioneta nos continuara llevando. La carretera es muy estrecha y exige del conductor toda la pericia para…para no llevarnos a un abismo. Pero el susto fue compensado con la belleza del paisaje. A lado y lado vemos fincas cafeteras con sus guaduales, plataneras y las casitas pintadas de vivos colores. El vehículo nos llevó hasta donde se termina la carretera y una valla indica que allí comienza el Parque Nacional Natural de la Sierra Nevada de Santa Marta. No niego que siento emoción al entrar a este Parque Nacional Natural, que además tiene dos títulos mundiales: es Reserva de la Biósfera y Patrimonio de la Humanidad. Todo esto son palabras mayores en el mundo ambiental.
Yo, por mi parte, tengo el honor de ser Guadaparque Voluntario de los Parques Nacionales de Colombia con el carnet 001. Aquí me permito narrar un hecho curioso (no tengo muy claro si debo contarlo) que habla de la imperdonable ignorancia de personas que debían, por su cargo, estar bien informadas. Belisario Betancur era muy amigo de Felipe González, presidente de España. Por los años ochenta vino Felipe a pasar unos días de vacación en Colombia, no en visita oficial, sino privada. Felipe quería conocer los Llanos Orientales. Belisario lo llevó al Parque Tuparro, que se encuentra en Vichada, e involucra al Orinoco. Para mí es el Parque Nacional más bello de Colombia. En esa plana inmensidad hay una pista para aviones de varios kilómetros. Belisario le nombró como edecán a un general de la república, el cual cuando ya habían aterrizado preguntó que siendo Parque dónde estaban las banquitas.