Marruecos es un país de ensueño, meca del turismo mundial de los buscadores de íntimas y espectaculares bellezas, del exotismo de las Mil y una Noches, y sobre todo de un sugerente desierto en cuyas dunas es posible perderse para encontrarse a sí mismo en la desnudez total de los embelecos de la civilización. Debo confesar de entrada que es mi país preferido. Marruecos es el país del Magreb, que salió mejor librado en la famosa “primavera árabe” debido en parte a su cercanía a Europa y a los siete siglos de presencia en España, especialmente en el sur, donde en Andalucía dejó huellas indelebles de cultura, de arte y de soberbios monumentos. Marruecos ofrece dos caras maravillosas: el pasado y el presente; el pasado en su historia, su exotismo, sus medinas, sus costumbres y el presente en las ciudades modernas y progresistas. Para nosotros los colombianos tiene además un atractivo especial; es el único país del África que no nos exige visa a los colombianos gracias al trabajo conjunto de las dos cancillerías y de la embajadora en Colombia, Farida Loudaya.  El senado de la república de Colombia declaró a Marruecos “país aliado y amigo”, y con el cual hemos hecho interesantes convenios de cooperación en muchos aspectos. Marruecos, dada su importancia regional y mundial, representa para Colombia la entrada a África.
Pintores de todos los países eligen a Marruecos por la pureza de su luz. Lo fueron Delacroix y Matisse y 473 artistas de 62 países que se reunieron en Ifrit.  Marruecos ha atraído y atrae también a escritores de todo el planeta. He aquí algunos: Peter Bowles, Juan Goytisolo y los “alucinados” de la “generación beat” norteamericana: William Bourroughs y Allen Gingsberg. Y el más grande de todos, Saint-Exupéry, el autor de “El Principito” que aterrizaba en el Cabo Juby para luego atravesar el Atlántico hacia Argentina. Ives Saint-Laurent se enamoró de Marrakech, ciudad Patrimonio de la Humanidad y allí dejó un espléndido palacio, en cuyo jardín se pueden admirar plantas típicas del desierto y una maravillosa colección de cactus de varias especies.  Churchill pasaba largas temporadas pintando en el jardín del hotel Mamounia, único en el mundo por su lujo y esplendor e invitaba a Roosevelt a que también se alojara allí.
Hay una ciudad en Marruecos doblemente famosa, Casablanca. Su nombre se debe a antiguos viajeros portugueses que allí establecieron una colonia. Célebre porque allí se reunieron en 1943 Churchill, Roosevelt y Charles de Gaulle para planear el ataque definitivo a los alemanes. Yo conocí en uno de mis viajes la casa donde se reunieron; el modernismo se la llevó por delante. Ya no existe. El otro motivo que encumbra a Casablanca en el imaginario de la cultura y sobre todo de los amantes del cine es la película del mismo nombre de la ciudad. En ella, que escenifica una persecución nazi, participaron dos luminarias del séptimo arte: Humphrey Bogart y la divina Ingrid Bergman.
Uno de los mayores atractivos de Marruecos son las medinas, que son las ciudades antiguas hoy incluidas dentro de las modernas. Una definición de medina es: “Barrio antiguo de una ciudad musulmana, especialmente al norte de África”.
En todas las ciudades de Marruecos existen las medinas y las más famosas son las de Marrakech, Rabat, Meknez y Fez.
La entrada a la medina de Marrakech se encuentra en un ángulo de su archifamosa plaza Jemaa-el Fna considerada, por sus características, como la más interesante y exótica del mundo. No se puede visitar Marruecos sin dedicar medio día a esta mítica plaza. (Continuará).