Habíamos llegado a Líbano. No muchos pueblos o ciudades de Colombia pueden darse el lujo de ser tierra de intelectuales. Ni muchos ni muy pocos. Líbano lo es y lo ha sido y seguramente debe este orgullo a su fundador el general Isidro Parra, del que ya hemos hablado. Líbano conjuga dos antinomias: es tierra de gran arraigo católico y al mismo tiempo solar de librepensadores. Alguien ha dicho que es el lugar del mundo donde han nacido más intelectuales y escritores por kilómetro cuadrado. La lista es larga. Solamente nombraré algunos, con el riesgo de aparecer injusto con otros o con sus descendientes. Comencemos por dos científicos de la medicina y la inmunología: Milton Argüello y Sócrates Herrera. Y cuando se habla de avicultura el nombre de un libanense salta a la palestra: Pedro Villegas. Vengamos ahora a los escritores. Para empezar digamos que  Líbano posee la Biblioteca de autores Nativos más famosa y completa de Colombia. “Hi nati sunt illic”, como dice un salmo: estos nacieron allí.
Empecemos por el escritor Carlos Orlando Parra.
Y sigamos con Eduardo Santa, historiador y escritor. William Ospina, el gran ensayista, nació en Padua, pero se crio en Líbano, ciudad que le ha dado el título de hijo. Beethoven Herrera, escritor y famoso profesor universitario que ha tenido entre sus alumnos a Jaime Garzón y a Claudia López. El padre de Beethoven hombre de gran intuición intelectual colocó a sus hijos estos nombres. Benhur, Bethoven, Tirsa, Sócrates, -Darwin, Lincoln y Galileo. Todos ellos, intelectuales. José Alberto Mojica, destacado periodista de El Tiempo. Y finamente Germán Santamaría, periodista, escritor y diplomático en Portugal. Excelso periodista que ha ganado muchos premios. Es novelista y fue el gran cronista de  El Tiempo durante muchos años. Escribió el cuento: “No morirás” basado en la tragedia de Armero y el doloroso episodio de la muerte de la niña Omayra Sánchez, cuya agonía y muerte conmovieron al mundo entero. Así es Líbano, tierra de intelectuales, escritores y librepensadores.
El clima de la ciudad es agradable, 20 grados centígrados. Sus habitantes son 45.000. El pueblo es eminentemente cafetero, pero entre otras fuentes de la economía se encuentran la ganadería y minas de oro y plata. En el centro del pueblo y desde todo el entorno campestre se destaca la blanca y altísima catedral de Nuestra Señora del Carmen.
No podíamos venirnos de Líbano sin visitar algunas fincas cafeteras.  La de San Carlos se encuentra en el perímetro de la ciudad. En medio de los boyantes cafetales se levanta la bellísima casa, típica de la colonización antioqueña. Pintada en vivos colores y con corredores que le dan la vuelta completa. La casa tiene dos pisos. Una de las habitaciones del segundo piso alberga una millonaria colección de tangos. Los hay en casetes, videos, longplays, como para doparse oyendo la bella música de Carlitos Gardel y compañía. Los paisas crecimos yendo tangos y rancheras. Henry Escobar, el dueño de la finca, vive en Ibagué. Más lejos de Líbano visitamos la finca-hotel El Cortijo, cuyos inmensos cafetales son muy fotogénicos.
Nos alojamos en el Hotel La Ranchita, pequeño, acogedor y decorado al estilo de las casas y patios andaluces. Una preciosidad por la decoración y los detalles. La atención a los huéspedes es esmerada y cordial. Lo gerencian sus dueños el periodista José Alberto Mojica y su amigo Javier. Además de hotel se convierte en un centro de cultura y de reunión de artistas, periodistas e intelectuales.
Entre Líbano y Santa Isabel se encuentra la cascada Colón que tiene varias caídas y ofrece un espectáculo de gran belleza.